lunes, 18 de mayo de 2020

DESDE UNA ANÉCDOTA DE MI MADRE, PASANDO POR ALEJANDRO DUMAS, HASTA SUGERENCIAS PARA NOVELAR PASAJES DE LA HISTORIA DEL PERU


DESDE UNA ANÉCDOTA DE MI MADRE, PASANDO POR ALEJANDRO DUMAS, HASTA SUGERENCIAS PARA NOVELAR PASAJES DE LA HISTORIA DEL PERU

Contaba mi Madre que estando en el Colegio, cierta vez, la Profesora de Historia Universal les dejó como tarea para la próxima sesión documentarse sobre la vida y obra de los Reyes de Francia. Ella y sus compañeras buscaron libros y enciclopedias, excepto una, su gran amiga Consuelo la cual optó por otra alternativa. Llegada la siguiente clase varias salieron a exponer hasta que tocó turno a Consuelo quien se extendió entre historias íntimas de los Monarcas, amores secretos, infidelidades, envenenamientos e intrigas, tanto así que la Maestra hubo de interrumpirla diciendo: “Srta. Consuelo por favor, más Historia y menos Dumas”. Su fórmula pues había sido informarse de la manera menos tediosa posible: leyendo a Alejandro Dumas.

El gran novelista y dramaturgo francés del Siglo XIX, romántico por excelencia, conjugaba de forma extraordinaria y amena la Historia, la fantasía y la aventura, siempre sobre una base cierta pero echando mano con inteligencia y pericia de trascendidos, rumores y versiones no oficiales para así armar obras de majestuosa calidad y sano entretenimiento. Todo esto viene a colación pues nuestra Historia, plena de pasajes propicios, se presta perfectamente para escribir narraciones al mejor estilo de Alejandro Dumas. Lamentablemente los esfuerzos hechos hasta ahora cuentan pocos continuando todavía a la espera del gran salto hacia la Novela Histórica en el Perú.

Lejos de pretensiones pontificadoras y arrogarme una cátedra más allá de mis limitaciones, aquí algunas sugerencias históricas que pueden dar pie a futuros relatos sobre protagonistas y acontecimientos alrededor, en esta oportunidad, de la cuestión sucesoria en el Imperio Incaico.

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En el Incario, desde tiempos aurorales, la transmisión del poder real procura ser de  padres a hijos. Ahora bien, es de notar que dichas cesiones muy pocas son ordenadas y pacíficas. Sólo fructifican así los traspasos entre Manco Capac y Sinchi Roca, éste y Lloque Yupanqui, y del memorable zurdo a Maita Capac. Salvo una más, la ocurrida de Pachacutec a Tupac Yupanqui, las siete restantes están envueltas en contubernios, traiciones y emponzoñamientos dignos de cualquier cuento de Alejandro Dumas.


Empecemos con Maita Capac. Su biografía da para toda una crónica fantástica. La presentación que de él hace Sarmiento de Gamboa resulta un presagio sin desperdicio: “…, es entre estos indios como entre nosotros Hércules en su nacimiento y hechos, porque cuentan de él cosas extrañas”. Realmente todo un personaje fabuloso este Maita Capac comenzando por su alumbramiento considerado un milagro pues deviene engendrado cuando su progenitor el Soberano Lloque Yupanqui es ya un anciano y sin facultad natural para preñar. Su madre la Coya Mama Caua lo pare a los tres meses ostentando el recién nacido la dentadura completa y una robustez fuera de lo común. A los dos años de edad tiene la fortaleza de un muchacho peleando y rompiéndoles la crisma a todos aquellos que osan enfrentarlo. Siendo adolescente, los Alcabizas, mayores rivales de los Incas en el valle del Cusco, se rebelan y como primera asignatura deciden matar al Príncipe. Lo acechan mientras juega a los bolos con unos amigos en el Inticancha, a la par Casa del Sol y Palacio Real, mas Maita Capac, apelando a su vigorosa destreza, se defiende del artero ataque luchando como un león, matando uno de los insurrectos, hiriendo a varios y quebrándole la pierna al hijo del Sinchi enemigo. 

                                                  MAITA CAPAC

Una vez al frente del Ejército derrota por completo a los persistentes sublevados condenando a presidio perpetuo al Jefe Alcabiza. Tal victoria consolida la presencia Inca en la vega y cimenta su fuerza en medio de las comunidades vecinas. Nombrado Mandatario es Maita Capac el primero en imponer autoridad y dominio absoluto tanto en el Cusco como en sus alrededores, con tan enérgica firmeza y seguridad que se permite planificar una campaña a tierras contiguas pero incómodamente le sorprende la muerte en el augurador afán. Sabio, valiente y amado por su pueblo, casó con Mama Tancaray, hija del Curaca de Collaguas, señalando como legatario a su vástago Tarco Huamán “El Breve”.

Para Tarco la favorable elección le sobreviene en forma inesperada. Inicialmente el heredero designado es su hermano mayor Conde Mayta a quien muy poco le duran las ilusiones pues Maita Capac, antes de pasar a mejor vida, le retira la confianza por no terminar de convencerle su feo semblante. Así entonces, no por méritos propios sino dado el antiestético rostro del primogénito, Tarco Huamán acaba ciñéndose la Mascaypacha. Desafortunadamente también para él la dicha viene corta pues sólo gobierna poco tiempo y de allí el remoquete. Débil de carácter, su carencia de temperamento fomenta se desate una violenta pugna por la Borla Real repleta de maquinaciones y acciones ocultas. Quien encabeza su deposición es nada más y nada menos que su primo hermano Capac Yupanqui hijo de una hermana del ya fallecido Maita Capac llamada Curu Yaya alentadora de su descendiente en razón considerar, como fuera en los orígenes del Incario, el matrilineado con mayor valor y predicamento que la progresión patrilineal.

Exitoso el golpe de estado Capac Yupanqui busca inmediatamente afianzar su ensalzamiento y potestad en el Dominio Cusqueño ordenando asesinar a los hermanos del efímero y cesado Monarca, deportando a un grupo importante de sus partidarios y haciendo jurar lealtad al resto. En cuanto a “El Breve” le perdona la vida y envía como Régulo a la localidad de Cuyumarca, cuatro leguas del Cusco, a requisito remitiera mil pajareras repletas de las aves que engalanan los cielos de la aldea concedida.

Función seguida, astuto y aguerrido Capac Yupanqui, con celeridad ejecutiva y mano de hierro, consolida la obediencia y quietud que perfilara Maita Capac tanto en la Capital Inca como circunscripciones aledañas. En tal virtud le es factible iniciar expediciones conquistadoras fuera de la vaguada. Larga es la lista de las expugnaciones obtenidas todas ellas agregando satisfacciones a sus aspiraciones expansionistas. Entre las varias represiones que realiza tiene especial significado el castigo infligido al poblado de Cuyumarca como mortificación por no haber remesado Tarco las garantizadas jaulas rebosantes de pájaros.

Para entonces Capac Yupanqui se encuentra en condición de viudo. Estuvo casado con la bella y dulce Señora Chimbo Mama, quien pronto enferma de epilepsia con el añadido de pegar chillidos, rasguñarse el rostro y morder a las gentes que la circundan. Sus ruegos al Dios Sol por una nueva esposa son escuchados y al cabo de un tiempo el astro luminoso lo asiste con un nuevo matrimonio. La revelada novia es Curi Hilpay hija del Mandón Ayamarca quien, tras evaluar la fama del bravo y agresivo Soberano Inca y tanteando una asociación con los cusqueños, la brinda como cónyuge a lo que el Gobernante, apasionado por naturaleza, acepta diligente.

Ya maduro Capac Yupanqui nombra como sucesor a su vástago Quispe Yupanqui sin saber hay una conjura en ciernes. Hasta aquel presente los Monarcas en el Incario provenían del Hurin Cusco o parte baja de la ciudad, mientras los del Hanan Cusco o parte alta, ávidos de poder, esperaban el trance adecuado para hacerse con él. Cuando consideran llegado el ansiado momento la congénita conspiración se desencadena comandada por el destacado Hanan, Inca Roca, en complicidad con la dama Cusi Chimbo, concubina principal de Capac Yupanqui y hermana de la difunta Chimbo Mama, con la cual el cabecilla confabulado mantiene una relación sentimental. La barragana, de acuerdo a lo planeado, envenena al Mandatario facilitando el ingreso violento de los complotados al Inticancha. Muerto Quispe Yupanqui en la refriega Inca Roca se proclama como nuevo Soberano de la Confederación Inca.

La ascensión de Inca Roca como Gobernante significa un punto de inflexión en la historia del Incario. En primer lugar implica el hito de partida para una nueva Dinastía, la de los Hanan Cusco, y en segundo cargo una serie de modificaciones en el modo de vida de la corte lideradas por el flamante Monarca. Así, aparece por vez primera el título de Inca equivalente a Mandatario y se abandona el Inticancha como morada real comenzando desde entonces cada Soberano a construir su propia residencia; Inca Roca edifica la suya, llamada Hatun Rumiyoc, muy cerca del Hucaypata, gran explanada principal. Como obra cumbre se funda el Yachay Huasi escuela para niños de la nobleza donde se les instruye en el manejo de las armas, arte de los quipus, idioma, historia, mitos y leyendas. 


                             MURO DEL PALACIO DE INCA ROCA

Inca Roca también se preocupa por desarrollar y acicalar la metrópoli cusqueña. Canaliza el río Huatanay y construye acequias que abastecen de agua limpia los barrios de la urbe, entre otros trabajos de relevancia urbanística. Lo que sí puede echársele en falta es su poco interés por las conquistas dejando así de adicionar nuevos territorios que podrían haber ensanchado sus dominios. Las excursiones militares que decreta no pasan de ser simples saqueos y acumulación de ricos botines. Le basta con mantener sujetos a sus congéneres e inmovilizados a los Hurin Cusco.

Quien sabe no le sobra tiempo para superiores ajetreos pues la mayor parte de él lo emplea en organizar fiestas y banquetes donde gusta cantar y bailar en salones adornados y perfumados por miles de flores. Todo ello sin duda sugerido por su querida Curi Chimbo, de muy alegre talante, y que ha sido incorporada como manceba primordial en el serrallo del Gobernante.

Inca Roca toma como esposa principal a Mama Micay hija de Soma Inga, Patrón de los Huallacanes, unión de la cual retoña Tito Cusi Hualpa futuro legatario. La historia del encumbramiento al trono del Incario y últimos años al frente de éste  de quien, hasta hoy, es recordado por sumar tragedias, resulta otra aventura propia de Alejandro Dumas.

Todo empieza por que Mama Micay estaba primitivamente prometida al Rey de los Ayamarcas, Tocay Capac, pero viendo Soma Inga es más rentable una alianza con los Incas, en utilitario enroque, cancela la pactada boda para ofrecer a Inca Roca la doncella como consorte. Esto encoleriza al Caudillo Ayamarca en tal medida que, fruto de su despecho, declara la guerra a los Huallacanes. El conflicto prorroga más extenso de lo esperado hasta que, viendo su Nación lleva la peor parte, Soma propone finalizar las hostilidades. Tocay accede con la inexcusable condición se le entregue al ya adolescente Titu Cusi Hualpa como víctima propiciatoria del concierto. Considera el Jefe Ayamarca tal la única manera de lavar su mancillado honor.

Menudo problema la exigencia de marras para los Huallacanes quienes deben ahora optar por una de dos alternativas, o continuar la infructuosa contienda bélica contra sus ocasionales enemigos y seguir sangrando su Nación, o traicionar a los Incas con los cuales acaban de asentar matrimonialmente un beneficioso concordato. Expuesta crudamente la disyuntiva no hay mucho que elucubrar para Soma Inga quien finalmente decide secuestrar al muchacho y transferirlo a los Ayamarcas.  Para ello se aboca a estructurar un ardid que no despierte ninguna sospecha en los cusqueños.

Delineada la estratagema los Huallacanes se dirigen a Inca Roca para solicitarle permita viajar al Príncipe a la tierra de su madre con el propósito de rendirle acatamiento, evidenciarle la cuna de sus ancestros y pueda conocer sus parientes maternos. No ve el Monarca inconveniente en la súplica por lo que concede el real permiso enviando a Titu Cusi Hualpa acompañado de su tío Inga Paucar y algunos Orejones más. Llegados a la villa de Micaocancha la comitiva es recibida con todos los honores por Soma en persona. Tras muchas fiestas y reverencias los agasajadores fingen un descuido, por supuesto coordinado con los Ayamarcas, para éstos puedan raptar al menor a quien, procurando despistar, mudan primero al pueblo de Amaro y posteriormente al de Aguayrocancha donde Tocay Capac está a la espera de su presa.

Ante la catástrofe Inga Paucar corre a dar aviso a Inca Roca el cual reacciona ferozmente haciéndolo desaparecer de los libros de historia. Mas, sin embargo su furia, no se atreve escarmentar a los Ayamarcas pues no sabe si su hijo está vivo, en cuyo caso podrían ajusticiarlo no bien un soldado Inca aparezca en el horizonte. Así las cosas, la brutal contingencia lo obliga adscribirse en un desgastante compás de espera. Mientras tanto Tocay ufano por el triunfo de la operación encara a un asustado Titu Cusi Hualpa. A los gritos le pregunta si es hijo de Mama Micay y cuando el mozo responde que sí el Mandón Ayamarca deja aflorar todo el rencor acumulado en su iracundo corazón determinando lo maten en el acto. Al escuchar la terrible orden que significa el fin de sus días, aterrorizado Titu Cusi Hualpa arranca a llorar con tal intensidad que sus lágrimas son de sangre. 

Semejante portento no puede menos que desestabilizar a Tocay Capac quien asaltado por supersticiosos temores dispone suspender la pena capital por la de enviar al púber a una lejana comarca a pastorear rebaños. Varios meses pasa el vástago de Inca Roca en aquel medio agreste, sometido a rigores contrapuestos a su noble crianza y mal alimentado, hasta que cierta ocasión la dama Chimbo Orma, hija de un Sinchi de la localidad de Anta y cortesana de Tocay, en sus viajes por la región que comparten Ayamarcas y Antasayas conoce a Titu Cusi Gualpa. A pesar de su deterioro físico le llaman la atención sus finas maneras por lo que decide interrogarlo. El muchacho le cuenta sus desgracias al extremo de conmover a la mujer que embargada por la compasión y lástima promete ayudarle a recuperar su libertad.

Chimbo Orma, eludiendo la tutela de Tocay, habla con su progenitor, un cuajado militar, y le pide rescatar al adolescente apelando al altruismo y humanidad, ruego que su padre concede pensando más bien una hazaña de tal categoría serviría al final de cuentas para congraciarse con los poderosos Incas. Afinado el lance los Antasayas logran rescatar al menor. Una vez en la localidad de Anta y al amparo de su reducto visten y sustentan a Titu Cusi Gualpa quien requiere unas cuantas jornadas para recuperarse del brete vivido. Vuelto a la salud sus salvadores envían mensajeros donde Inca Roca para hacerle conocer la buena nueva.


La alegría del Soberano Inca y la Coya es indescriptible. El regocijo que les invade no tiene parangón con ninguna felicidad anterior. Inmediatamente remiten un cortejo de Patricios hacia Anta para regresar al hijo añorado. Llevan estos Principales consigo mucho oro, plata, textiles y obsequios diversos en señal de agradecimiento que los Antasayas reciben complacidos señalando para ellos es más importante los Incas llamen “hermanos” a partir de ahora. Por otro lado y para afincar la paz con los Ayamarcas, Inca Roca propone un doble matrimonio a Tocay Capac. Este es que su hija Mama Chiquia se case con el heredero de la Mascaypacha y la hermana del Soberano cusqueño, la ñusta Curi Ocllo, contraiga nupcias con el Señor Ayamarca. Hechos los arreglos, convites y festejos se suceden ininterrumpidos en el Cusco plenos de júbilo y algarabía.


Tras casi cincuenta años como Gobernante, Inca Roca fenece siendo todo un venerable carcamal, lo cual entraña que Titu Cusi Gualpa al alcanzar la máxima jerarquía del Incario es ya un hombre mayor. Lo primero que hace el nuevo Monarca al ceñirse la Insignia Real es cambiar oficialmente su nombre por el de Yahuar Huacac, “El Que Llora Sangre”, en recuerdo del infortunio experimentado en su niñez. Corta y aciaga es la comisión de este Mandatario marcado por la desgracia pues así como la adversidad lo visitó temprano también se hizo presente a la hora de su muerte.

Pequeño de cuerpo, recio, fuerte y avisado, luce apersonada y dispuesta estampa auroleada por un rostro agraciado. Si bien combativo y con ansias de conquista sus expediciones no son muchas dado lo escueta de su representación. Lo importante en él es que a instancias de su hermano el gran General Vicaquirao, quien con los años pasaría a ser uno de los más extraordinarios Oficiales del Imperio Incaico, se empiezan a dejar destacamentos militares de control en los territorios ganados de forma conservarlos subordinados.

Como hemos dicho Yahuar Huacac estaba casado con la Ayamarca Mama Chiquia, de figura poco graciosa, facciones alargadas y secas pero que compensaba su anomalía con una infinita ternura manifestando enorme cariño por aves canoras, guacamayos, palomas silvestres y monitos. El matrimonio tiene tres hijos, el segundo de nombre Paguac Hualpa a quien el Gobernante destina como sucesor. Varios vástagos le nacen también de sus concubinas destacando entre ellos Marcayuto concebido por una barragana de origen Huallacán. Como es de entender la delegación a favor de Paguac no es del agrado de los Huallacanes, para entonces importantes aliados de los Incas, quienes prefieren a Marcayuto por ser fruto del vientre de una paisana y acarrear, si éste ciñe la Borla Regia, un aumento de su pujanza en la corte. Así pues de la indignación resuelven pasar a la acción de manera corregir por propia mano lo que ellos consideran una afrenta a su Nación.


Fecundos en secuestros los Huallacanes deciden invitar a Paguac Hualpa para visitar sus campos con la velada intención de prenderlo y darle muerte. Yahuar Huacac acepta pero, baqueteado por su mala experiencia infantil, envía cuarenta milicianos como escolta con el objetivo proteger al Príncipe de cualquier nefasta eventualidad. Lamentablemente aquel resguardo resulta poco y en disimulada martingala los Huallacanes asesinan a Paguac y toda su comparsa. Inmensamente dolido por la pérdida de su hijo Yahuar Huacac descarga su ira y fiereza contra los pérfidos y falaces anfitriones arrasando sus ciudades, exterminando a cientos y expatriando el saldo hacia los más apartados y oscuros rincones.

El Soberano nunca más volvió a ser el mismo. Si de alguna manera había superado el trauma de su infancia, la muerte de su predilecto es una impresión imposible de digerir. Se aficiona al licor, torna virulento y vehemente organiza un poderoso ejército para hacer la guerra a sangre y fuego contra los Collas al sur del Cusco. Estando a punto de partir la excursión debe detenerse pues la demarcación de los Condesuyos, al este de la metrópoli Inca, se insolenta en impetuoso tono. Asolando y destruyendo los insurgentes se acercan a la urbe la cual hallan desguarnecida por estar celebrándose en la fecha una multitudinaria fiesta. Aprovechando el descuido los amotinados entran sigilosamente a la Capital matando a cuantos se interponen hasta llegar a los salones donde se encuentra en estado de ebriedad un desprevenido Yahuar Huacac.

La acometida al interior del recinto es tan violenta como sangrienta. Los caídos montan por decenas consiguiendo un Condesuyo acercarse al Gobernante y asestarle un tremendo golpe de porra en la mollera que lo tira al suelo descalabrado. Haciendo un esfuerzo Yahuar Huacac se levanta increpando a su agresor: “Qué has hecho traidor?”, para dirigirse lo más rápido posible al Inticancha en búsqueda de refugio protegido por sus hijos y guardia personal. Infortunadamente son alcanzados en la puerta produciéndose una terrible degollina que acaba con la vida del Monarca, sus hijos y su cohorte. A partir de ese momento la ciudad Inca es víctima del saqueo y la rapiña en medio del terror y desconcierto de sus habitantes hasta que, de forma inopinada, se desata una atroz tormenta cargada de truenos, rayos, relámpagos y abundante lluvia sobre la vejada metrópoli. La tempestad es tomada por los Condesuyos como una advertencia de castigo divino por lo que aprensivos deciden abandonar la urbe salvándose ésta de una destrucción inminente.


Pasados los días y recuperada la calma se reúnen los Orejones para dilucidar quién deberá heredar a Yahuar Huacac al haber sido eliminados éste y sus descendientes primordiales. El concilio se hace largo y encendidas las discusiones cuando una noble señora Hanan Cusco llamando al orden propone: “En qué estáis allí? Por qué no tomais a Huiracocha Inca, pues lo merece tan bien?”. La convocatoria a la reflexión surte efecto sentenciando finalmente los Aristócratas la exaltación del sugerido continuador.

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A doscientos de años de haber llegado al valle del Cusco, la antigua Confederación Inca está a las puertas de convertirse en Imperio. Y no precisamente en razón al quehacer del recién ascendido Mandatario, sino por la obra inconmensurable y magnífica de su hijo y sucesor Cusi Yupanqui. Repasemos cómo fue la procelosa transmisión que con seguridad hubiera gustado narrar a Alejandro Dumas.

Huiracocha toma como cónyuge estelar a Mama Runtu Cay, descendiente del Señor de Anta, con la cual tiene cuatro vástagos siendo el tercero de ellos Cusi Yupanqui. La Coya, de hermosa piel blanca, carácter mustio y taciturno, es una mujer de índole retraída, ajena a bailes y banquetes, llevando una vida recoleta y silenciosa dedicada a sus retoños y regalando su tiempo libre al cuidado de seres indefensos como corcovados y contrahechos. Dada su singular y melancólica personalidad no despierta holgadas apetencias en su marido más allá de sólo servirle para procrear. Tanto así que el Soberano prefiere dispensar sus afectos mayúsculos a una de las jóvenes barraganas de su gineceo la bella y casquivana Curi Chulpa, oriunda del reino Sahuasera, por quien siente un desbordado frenesí y con la cual reporta dos infantes Urco y Zocco.

En cuanto a su desempeño como Gobernante, el ejercicio de Huiracocha se divide en dos fases inequívocas. De apacible talante tiene la ventura de contar como Oficiales Superiores del Ejército a un binomio de extraordinario fuste, como son los Generales Vicaquirao, ya hemos dicho hermano de Yahuar Huacac, y Apo Conde Mayta El Magno (no confundir con Conde Mayta el repelente hijo del pasado Monarca Maita Capac), nieto del Mandatario Capac Yupanqui. Gracias a tan magnífica dupla en la primera etapa de su encargo Huiracocha consigue resignar y engarzar definitivamente todos los asentamientos del valle del Cusco y aquellos ubicados en el diseño geográfico cercano. Hacia el exterior su campaña más destacada es al Collao, donde, tras expugnar diferentes tribus en el camino, registra pactos de paz con los Reinos de la altiplanicie. Después de tan auspicioso estreno el Soberano da un vuelco en su práctica escurriéndose a un segundo trecho más proclive a su afable y sedentario temperamento. En tal virtud se emplea con esmero en impulsar la construcción, agricultura y textilería. Simultáneamente se vuelve propenso a ensueños celestiales y diálogos con los dioses, nuevas aficiones que le exigen una importante dosis de aislamiento y calma en razón de las cuales se hace erigir un hermoso y placentero palacio en el pueblo de Calca hacia el norte del Cusco. Como remate para poder dedicarse sin interrupciones a sus variados pasatiempos, a instancias de su manceba Curi Chulpa, se retira con ella a la mansión de Calca y nombra Regente al hijo de ambos, Urco. Son claros en este punto los propósitos de la cortesana. Interesada y calculadora ha obtenido Huiracocha se incline políticamente a su vástago siendo la aspiración ulterior evidente. Busca sagazmente que el Gobernante, a la hora designar heredero, la elección recaiga sobre su primogénito y no en alguno de los frutos habidos con la Coya.

Enterada del agravio Mama Runtu Cay se presenta ante Huiracocha para recriminarle su injusta decisión en contra de los genuinos Príncipes. Inflexible el Monarca las dolidas lágrimas de la Coya devienen infructuosas ante el mutismo e indiferencia de un marido cegado por los melindres de la concubina. No habiendo más que hacer en Calca, Mama Runtu Cay, a contrapelo de lo penoso que significa la discriminación de su progenie, saca a relucir el lado brioso, hasta hoy oculto, de su entidad. Consigue transformar en empuje el agobio aplicándose con esmero en dar a su prole una educación sólida, virtuosa y disciplinada que les afine el genio, forje su personalidad y los prepare para grandes empresas. Tan loable empeño es compartido por el preceptor que la Coya pone al lado de sus vástagos. Se trata del maestro Mircoymana quien enseña a los mozos desde la ciencia de las ideas hasta el manejo de las armas. También vigilan la educación de los muchachos los Generales Vicaquirao y Apo Conde Maita El Magno, concordando los tres, Cusi, con casi veinte años, posee una multiplicidad de dones y capacidades naturales que lo hacen distinguir y brillar por encima de los demás. En tal sentido cada vez con mayor insistencia se comparan las bondades de éste con la conducta y actuación de Urco al frente del Incario. Conducta y actuación que por cierto dejan tanto deseable, que es el desprecio lo único que recoge de Nobles, Oficiales y ciudadanía en general.

Quien mejor describe el comportamiento de Urco es el cronista Cieza de León: “Era tan vicioso y dado a lujurias y deshonestidades, que … se andaba con mujeres bajas y con mancebas, que eran las que quería y le agradaban; y aún afirman que corrompió algunas de las mamaconas questaban en el templo, y era de tan poca honra que no quería que se estimasen. Y andaba por las mas partes de la ciudad bebiendo; y después tenía en el cuerpo una arroba y mas de aquel brebaje, provocándose al vómito, lo lanzaba, y sin vergüenza descubría las partes vergonzosas, y echaba la chicha convertida en orina; y a los orejones que tenían mujeres hermosas, cuando les veía les decía: “Mis hijos, como están?” Dando a entender que habiendo con ellas usado, los que tenían eran dél y no de sus maridos. Edificio ni casa nunca lo hizo; era enemigo de armas, en fin, ninguna cosa buena cuentan dél sino ser muy liberal”. Más nítido imposible.

Y así mientras este ser pusilánime, cobarde y corrompido, en medio de la repulsa de los cusqueños de bien se da la gran vida paseando en litera de oro con tapasol de exuberantes plumas teñidas en rojo y haciéndose atender con vajilla fabricada del dorado metal por una cuadrilla de mujeres, negros nubarrones de peligro se ciernen sobre el valle del Cusco. Los Chancas, conglomerado de tribus provenientes de la zona de Andaguayllas al poniente de la Capital, pregonados por su crueldad y salvajismo, se preparan para conquistar la tierra de los Incas. Arribados a las puertas de la ciudad en colocación de embate Urco huye despavorido de la metrópoli buscando refugio en la residencia de Calca donde Huiracocha también aterrorizado le aconseja se rinda sin condiciones. 

Y como siempre sucede en la Historia, frente a los retos monumentales surge la figura de un adalid colosal y extraordinario para sostener su nación con enjundia y coraje distintos a lo ordinario. En este caso se trata del bisoño Cusi Yupanqui el cual tras recriminar a su progenitor y medio hermano el apocado amilanamiento del que hacen muestra, con el apoyo de Patricios, Ejército y pueblo en su conjunto pasa a comandar y organizar la defensa de la urbe. Arduas son las batallas contra los Chancas hasta que finalmente la victoria concluyente premia el heroico esfuerzo de los Incas suponiendo, por ende, la gloria máxima para su joven paladín a quien sus coterráneos unánimemente proclaman Soberano a los gritos de “Pachacutec! Pachacutec!” lo que quiere decir “persona con quien comienza una nueva era”.


                                                  PACHACUTEC

En cuanto a Urco, por decisión inapelable de los Orejones es despojado de la Mascaypacha y prohibido ingresar al Cusco. Como, a pesar de la veda, insiste sin lograr consumar reúne un grupo, aunque reducido, de tropas para intentar recuperar impulsivamente el poder. Muerto el inútil en su rencorosa porfía la noticia del deceso zarandea seriamente a Huiracocha que, terco en demasía, no quiere dar su brazo a torcer y aceptar la realidad de los hechos. Se niega a recibir a Cusi y solamente por presión de Aristócratas y Militares al cabo acepta sea confirmado como su legatario. Tras aquel último y forzado acto queda confinado en su palacio de Calca para morir viejo, olvidado, sin pena ni buenaventura.

A partir de Pachacutec y su vocación por la supremacía Inca la, hasta entonces, Confederación regional, se convierte en un majestuoso Imperio. El Imperio del Tahuantinsuyo. La transmisión del poder de aquel a su hijo Tupac Yupanqui es perfectamente ordenada mas no así la inmediata siguiente. Veamos qué sucedió.

Si Pachacutec fue el fundador del Imperio Incaico, Tupac Yupanqui resulta el más grande Emperador de su historia. De él podemos decir con José Antonio del Busto: “Nació en el Cusco … hijo de Pachacutec, y de la Coya Mama Anahuarque. Creció y se educó en su ciudad natal.  Allí fue investido Príncipe Heredero … y … General en Jefe del Ejército Incaico”.

“Al frente de éste … se mostró gran conquistador. … Gobernó lo cuatro Suyos con acierto y equidad”. “Su obra fue notable. … extendió el Imperio a sus límites casi definitivos”. “Fue gran Señor y muy valiente … era de ánimo y pensamientos altos. Su gobierno significó progreso y felicidad. Su época se identificó con el apogeo. Se le reconoció el más grande de todos los Incas. Se le llamó El Resplandeciente”.

Tupac Yupanqui contrae nupcias con su hermana Mama Ocllo, desposorio del cual nace, entre otros vástagos, Huayna Capac a quien, aun siendo niño, el Mandatario elige como heredero. Mas como es costumbre paralelamente tiene un gran número de esposas secundarias siendo su preferida la ambiciosa Chuqui Ocllo con la cual engendra un hijo nominado Capac Huari al que, con incansables tenacidad y perseverancia, la barragana intenta convertir en sucesor real. Vanas sus argucias y comprobando la inclinación del Gobernante por Huayna Capac es inquebrantable, en complicidad con Nobles indignos y arribistas, y mancebas dispuestas a medrar de cualquier circunstancia, decide envenenarlo para así dar curso a una vil patraña en favor de su descendiente asegurando la última voluntad del Monarca había sido seleccionar a Capac Huari como legatario. Con lo que no cuenta la intrigante cortesana es que sintiéndose morir Tupac Yupanqui, sospechando su contaminación, llama al Sumo Sacerdote, su primo Yamque Yupanqui, para reiterarle su persistente deseo. El siguiente Soberano debe ser Huayna Capac y no otro. Extinto el Emperador, con la celeridad que sugiere la urgencia el Máximo Pontífice se entrevista con la Coya y el egregio General Huamán Achachi, hermano de Tupac Yupanqui, para encontrar la manera evitar un desenlace positivo de la siniestra maniobra.

La primera medida que toma el laureado Oficial es poner a buen recaudo al pequeño Huayna Capac. Con la ayuda de un grupo de fieles soldados disfrazados de campesinos logra sacar del Cusco al infante y esconderlo en la Fortaleza de Quispicanchis al este de la Capital. La siguiente movida se da en los salones del Palacio Jatun Cancha, residencia del finado Tupac Yupanqui, donde se reúnen Patricios y damas de alcurnia para tratar el tema de la sucesión imperial. Iniciadas las conversaciones, con el respaldo de haber sido la más apreciada entre las concubinas, Chuqui Ocllo toma la palabra. Con locución enérgica e imperativos ademanes afirma es su hijo Capac Huari el genuino heredero. Tal fue, garantiza, el decreto del difunto Mandatario confiado a ella y a un grupo de Orejones no cabiendo por tanto mayor deliberación sino ejecutar a la brevedad la sublime disposición.

La demanda de la barragana desemboca en agria discusión entre Aristócratas leales y felones, unos a favor del rito dinástico y la pureza de sangre, los demás pensando en sus propios intereses. Caldeados los ánimos, otra acreditada manceba llamada Curi Ocllo (no confundir con la hija de Inca Roca casada con Tocay Capac) se adelanta al centro del aposento para, a los gritos, apoyar la iniciativa de la madre de Capac Huari. Sus arengas sólo consiguen el debate se haga más áspero, al extremo que, enfrascados en la polémica, nadie se entera la Coya ha ingresado al recinto. Sin mayor protocolo, con el brío y entereza de una reina, Mama Ocllo encara con vigorosa resolución a Chuqui Ocllo, Curi Ocllo y la cáfila de Nobles traidores. La primera, dando alaridos, replica con los ojos desorbitados por la ira insultando y pretendiendo descalificar a la Coya quien acicateada frente al cúmulo de diatribas proferidas por la cortesana finalmente no se contiene más. Acusa de sedición a las concubinas y Patricios desertores para completar enrostrando con firmeza a Chuqui Ocllo haber envenenado a Tupac Yupanqui pretendiendo torcer la auténtica determinación imperial de elevar al trono de los Incas a su hijo Huayna Capac.

Furibunda la barragana reclama abalanzándose sobre Mama Ocllo cuando el General Huamán Achachi y el Vicario Yamque Yupanqui, acompañados de una división de guerreros, irrumpen en la magna aula. Tras imponer militarmente el orden y en medio de expectante silencio el Supremo Sacerdote, voz incuestionable en el ordenamiento teocrático Inca, empieza a narrar la verdad de los hechos. Acto corrido el ilustre Oficial  ordena prender a las levantiscas esposas secundarias así como a los díscolos Orejones. La suerte de los insurrectos es la pena capital mientras que a Capac Huari se le destierra a Chinchero condenado a morir encerrado en el palacio que allí había mandado construir su fallecido padre. 


                                          TUPAC YUPANQUI

Vuelto Huayna Capac de Quispicanchis, en fastuosa ceremonia es investido con la Borla Real reconociéndosele como genuino legatario del Imperio. Mas cuando se piensa entrado un periodo de calma, las vicisitudes, sólo dormidas, despiertan para continuar incordiando el Incario. Como Huayna Capac al acceder al gobierno Inca es todavía un menor sin ninguna experiencia los Aristócratas nombran al Noble Apo Huallpaya para conducirse como regente y tutor del pueril Monarca. Si bien el preceptor se preocupa por el aprendizaje del púber, el saborear las mieles del poder terminan rebalsándolo de soberbia y ambición. Pecados capitales que otra vez hacen sombras de conspiración se posen amenazantes sobre el pendiente inmediato del Emporio Inca. Y así, mientras algunos Patricios se plegan con alevoso propósito a la transgresora orientación de Apo Huallpaya, otros, fieles a la corona, buscan la forma de preservar el orden establecido.

Para entonces nuestro conocido General Huamán Achachi se haya jubilado del ejército y descansa su ancianidad en el ubérrimo valle de Yucay. Hasta allí se dirigen los Orejones honestos para, apelando a su acérrimo patriotismo, solicitarle regrese de su ostracismo y, ante la emergencia como el militar más venerado del Imperio, conduzca una nueva operación restauradora. El viejo Oficial no puede negarse. Desempolva las armas y sin condiciones se pone al frente de los leales.

Guardando total reserva Huamán Achachi se dirige al Cusco y reunido secretamente con Aristócratas y soldados incondicionales, haciendo gala de una testa muy bien amoblada,  analiza vínculos encubiertos entre personas, situaciones y asuntos aparentemente desligados para concluir componiendo el rompecabezas traidor. Como quien pega primero pega dos veces, dispone todo para dar un inesperado golpe de mano que agarre descolocados a los rapiñadores y permita su más completa derrota. La primera acción es vigilar los caminos que conducen a la Capital de forma atajar movimientos extraños de gente e impedir el ingreso solapado de armas. La intervención tiene pronto éxito y en varios cestos de hojas de coca transportados por supuestos arrieros se descubren camuflados varios artefactos de combate con destino a la facción conspiradora. Hecha la incautación correspondiente el veterano Oficial ordena la inmediata captura de los intrigantes. Descubiertos y destapados sorpresivamente en sus residencias la resistencia de los hipócritas es mínima siendo todos trasladados atados a la Fortaleza de Sacsayhuamán. 

Notificado Apo Huallpaya del vendaval reparador busca hacerse fuerte en su palacio pero aislado su realidad es desesperada y sin porvenir. Huamán Achachi con fuerzas de élite acomete la casa del Regente. La escaramuza es dura pero concisa. La táctica del viejo estratega elevada a la calidad de arte es insuperable para adversarios sin mayor convicción. Obtenido el triunfo y prendido el renegado, el General ingresa a la lujosa morada para confrontar al jefe de la aplastada conjura. Apo Huallpaya de rodillas es custodiado por un grupo de recios milicianos. Su antecedente altanería se ha esfumado y ahora es incapaz de levantar la mirada del suelo. El añejo y prestigioso Oficial se le acerca para con furia tirar de los cabellos del canalla y así obligarlo a levantar la cara. Con el corazón encendido y los ojos en llama viva increpa al insidioso Noble su conducta que califica de falsa, impostora y maldita. Sin más contemplaciones ordena lo saquen al patio principal donde, a su señal, un certero mazazo acaba con su infeliz existencia. La misma suerte corren sus mujeres, sus hijos y muchos de los copartícipes en la infiel maniobra. Mientras los pocos indultados pierden todos sus bienes y el destierro como esclavos resulta su penoso destino.

Así pues, extirpada de raíz concluye la sedición y el conato de pervertir la institucionalidad monárquica resulta finalmente ahogado en sangre. En tanto la tranquilidad vuelve al Imperio la macabra cabeza de Apo Huallpaya se exhibe en la punta de una pica clavada en la boca de riego del Huacaypata. Por su parte Huamán Achachi, esquivando honores, regresa a su labrantío y Huayna Capac puede por fin comenzar su reinado libre de sobresaltos y conspiraciones.

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La última transmisión de mando en el Imperio Incaico antes de ser adulterado por la conquista española, es la de Huayna Capac a Atahualpa, cesión de la Mascaypacha que pasa primero por los hijos mayores Ninan Cuyochi y Huascar y termina, tras cruenta guerra civil, en poder de Atahualpa. Por estar dicha historia rodeada de pormenores particulares, más allá de exclusivas intrigas hereditarias, no la consideramos en la presente exposición. Con lo narrado creo haber contribuido en cierta medida para que un émulo de Alejandro Dumas, con mayor autoridad que la mía, nos cuente parte de la Historia del Perú de forma entretenida y cautivante.


JAVIER OSWALDO URBINA GONZALEZ

                          Peruano