DESDE UNA ANÉCDOTA DE
MI MADRE, PASANDO POR ALEJANDRO DUMAS, HASTA SUGERENCIAS PARA NOVELAR PASAJES
DE LA HISTORIA DEL PERU
Contaba mi Madre que estando en el Colegio, cierta vez, la
Profesora de Historia Universal les dejó como tarea para la próxima sesión
documentarse sobre la vida y obra de los Reyes de Francia. Ella y sus
compañeras buscaron libros y enciclopedias, excepto una, su gran amiga
Consuelo la cual optó por otra alternativa. Llegada la siguiente clase varias
salieron a exponer hasta que tocó turno a Consuelo quien se extendió entre
historias íntimas de los Monarcas, amores secretos, infidelidades,
envenenamientos e intrigas, tanto así que la Maestra hubo de interrumpirla
diciendo: “Srta. Consuelo por favor, más Historia y menos Dumas”. Su fórmula
pues había sido informarse de la manera menos tediosa posible: leyendo a
Alejandro Dumas.
El gran novelista y dramaturgo francés del Siglo XIX,
romántico por excelencia, conjugaba de forma extraordinaria y amena la Historia,
la fantasía y la aventura, siempre sobre una base cierta pero echando mano con
inteligencia y pericia de trascendidos, rumores y versiones no oficiales para
así armar obras de majestuosa calidad y sano entretenimiento. Todo esto viene a
colación pues nuestra Historia, plena de pasajes propicios, se presta
perfectamente para escribir narraciones al mejor estilo de Alejandro Dumas.
Lamentablemente los esfuerzos hechos hasta ahora cuentan pocos continuando
todavía a la espera del gran salto hacia la Novela Histórica en el Perú.
Lejos de pretensiones pontificadoras y arrogarme una cátedra
más allá de mis limitaciones, aquí algunas sugerencias históricas que pueden
dar pie a futuros relatos sobre protagonistas y acontecimientos alrededor, en
esta oportunidad, de la cuestión sucesoria en el Imperio Incaico.
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En el Incario, desde tiempos aurorales, la transmisión del
poder real procura ser de padres a
hijos. Ahora bien, es de notar que dichas cesiones muy pocas son ordenadas y
pacíficas. Sólo fructifican así los traspasos entre Manco Capac y Sinchi Roca,
éste y Lloque Yupanqui, y del memorable zurdo a Maita Capac. Salvo una más, la
ocurrida de Pachacutec a Tupac Yupanqui, las siete restantes están envueltas en
contubernios, traiciones y emponzoñamientos dignos de cualquier cuento de
Alejandro Dumas.
Empecemos con Maita Capac. Su biografía da para toda una
crónica fantástica. La presentación que de él hace Sarmiento de Gamboa resulta
un presagio sin desperdicio: “…, es entre estos indios como entre nosotros
Hércules en su nacimiento y hechos, porque cuentan de él cosas extrañas”. Realmente
todo un personaje fabuloso este Maita Capac comenzando por su alumbramiento considerado
un milagro pues deviene engendrado cuando su progenitor el Soberano Lloque
Yupanqui es ya un anciano y sin facultad natural para preñar. Su madre la Coya
Mama Caua lo pare a los tres meses ostentando el recién nacido la dentadura
completa y una robustez fuera de lo común. A los dos años de edad tiene la
fortaleza de un muchacho peleando y rompiéndoles la crisma a todos aquellos que
osan enfrentarlo. Siendo adolescente, los Alcabizas, mayores rivales de los
Incas en el valle del Cusco, se rebelan y como primera asignatura deciden matar
al Príncipe. Lo acechan mientras juega a los bolos con unos amigos en el
Inticancha, a la par Casa del Sol y Palacio Real, mas Maita Capac, apelando a
su vigorosa destreza, se defiende del artero ataque luchando como un león, matando
uno de los insurrectos, hiriendo a varios y quebrándole la pierna al hijo del
Sinchi enemigo.
MAITA CAPAC
Una vez al frente del Ejército derrota por completo a los
persistentes sublevados condenando a presidio perpetuo al Jefe Alcabiza. Tal
victoria consolida la presencia Inca en la vega y cimenta su fuerza en medio de
las comunidades vecinas. Nombrado Mandatario es Maita Capac el primero en imponer
autoridad y dominio absoluto tanto en el Cusco como en sus alrededores, con tan
enérgica firmeza y seguridad que se permite planificar una campaña a tierras
contiguas pero incómodamente le sorprende la muerte en el augurador afán.
Sabio, valiente y amado por su pueblo, casó con Mama Tancaray, hija del Curaca
de Collaguas, señalando como legatario a su vástago Tarco Huamán “El Breve”.
Para Tarco la favorable elección le sobreviene en forma inesperada.
Inicialmente el heredero designado es su hermano mayor Conde Mayta a quien muy
poco le duran las ilusiones pues Maita Capac, antes de pasar a mejor vida, le
retira la confianza por no terminar de convencerle su feo semblante. Así
entonces, no por méritos propios sino dado el antiestético rostro del
primogénito, Tarco Huamán acaba ciñéndose la Mascaypacha. Desafortunadamente también
para él la dicha viene corta pues sólo gobierna poco tiempo y de allí el
remoquete. Débil de carácter, su carencia de temperamento fomenta se desate una
violenta pugna por la Borla Real repleta de maquinaciones y acciones ocultas.
Quien encabeza su deposición es nada más y nada menos que su primo hermano
Capac Yupanqui hijo de una hermana del ya fallecido Maita Capac llamada Curu
Yaya alentadora de su descendiente en razón considerar, como fuera en los
orígenes del Incario, el matrilineado con mayor valor y predicamento que la
progresión patrilineal.
Exitoso el golpe de estado Capac Yupanqui busca
inmediatamente afianzar su ensalzamiento y potestad en el Dominio Cusqueño
ordenando asesinar a los hermanos del efímero y cesado Monarca, deportando a un
grupo importante de sus partidarios y haciendo jurar lealtad al resto. En
cuanto a “El Breve” le perdona la vida y envía como Régulo a la localidad de
Cuyumarca, cuatro leguas del Cusco, a requisito remitiera mil pajareras
repletas de las aves que engalanan los cielos de la aldea concedida.
Función seguida, astuto y aguerrido Capac Yupanqui, con
celeridad ejecutiva y mano de hierro, consolida la obediencia y quietud que
perfilara Maita Capac tanto en la Capital Inca como circunscripciones aledañas.
En tal virtud le es factible iniciar expediciones conquistadoras fuera de la
vaguada. Larga es la lista de las expugnaciones obtenidas todas ellas agregando
satisfacciones a sus aspiraciones expansionistas. Entre las varias represiones
que realiza tiene especial significado el castigo infligido al poblado de Cuyumarca
como mortificación por no haber remesado Tarco las garantizadas jaulas
rebosantes de pájaros.
Para entonces Capac Yupanqui se encuentra en condición de
viudo. Estuvo casado con la bella y dulce Señora Chimbo Mama, quien pronto
enferma de epilepsia con el añadido de pegar chillidos, rasguñarse el rostro y
morder a las gentes que la circundan. Sus ruegos al Dios Sol por una nueva
esposa son escuchados y al cabo de un tiempo el astro luminoso lo asiste con un
nuevo matrimonio. La revelada novia es Curi Hilpay hija del Mandón Ayamarca
quien, tras evaluar la fama del bravo y agresivo Soberano Inca y tanteando una
asociación con los cusqueños, la brinda como cónyuge a lo que el Gobernante, apasionado
por naturaleza, acepta diligente.
Ya maduro Capac Yupanqui nombra como sucesor a su vástago
Quispe Yupanqui sin saber hay una conjura en ciernes. Hasta aquel presente los
Monarcas en el Incario provenían del Hurin Cusco o parte baja de la ciudad,
mientras los del Hanan Cusco o parte alta, ávidos de poder, esperaban el trance
adecuado para hacerse con él. Cuando consideran llegado el ansiado momento la
congénita conspiración se desencadena comandada por el destacado Hanan, Inca
Roca, en complicidad con la dama Cusi Chimbo, concubina principal de Capac Yupanqui
y hermana de la difunta Chimbo Mama, con la cual el cabecilla confabulado
mantiene una relación sentimental. La barragana, de acuerdo a lo planeado, envenena
al Mandatario facilitando el ingreso violento de los complotados al Inticancha.
Muerto Quispe Yupanqui en la refriega Inca Roca se proclama como nuevo Soberano
de la Confederación Inca.
La ascensión de Inca Roca como Gobernante significa un punto
de inflexión en la historia del Incario. En primer lugar implica el hito de
partida para una nueva Dinastía, la de los Hanan Cusco, y en segundo cargo una
serie de modificaciones en el modo de vida de la corte lideradas por el
flamante Monarca. Así, aparece por vez primera el título de Inca equivalente a
Mandatario y se abandona el Inticancha como morada real comenzando desde
entonces cada Soberano a construir su propia residencia; Inca Roca edifica la
suya, llamada Hatun Rumiyoc, muy cerca del Hucaypata, gran explanada principal.
Como obra cumbre se funda el Yachay Huasi escuela para niños de la nobleza
donde se les instruye en el manejo de las armas, arte de los quipus, idioma,
historia, mitos y leyendas.
MURO DEL PALACIO DE INCA ROCA
Inca Roca también se preocupa por desarrollar y acicalar la
metrópoli cusqueña. Canaliza el río Huatanay y construye acequias que abastecen
de agua limpia los barrios de la urbe, entre otros trabajos de relevancia
urbanística. Lo que sí puede echársele en falta es su poco interés por las
conquistas dejando así de adicionar nuevos territorios que podrían haber
ensanchado sus dominios. Las excursiones militares que decreta no pasan de ser
simples saqueos y acumulación de ricos botines. Le basta con mantener sujetos a
sus congéneres e inmovilizados a los Hurin Cusco.
Quien sabe no le sobra tiempo para superiores ajetreos pues
la mayor parte de él lo emplea en organizar fiestas y banquetes donde gusta cantar
y bailar en salones adornados y perfumados por miles de flores. Todo ello sin
duda sugerido por su querida Curi Chimbo, de muy alegre talante, y que ha sido
incorporada como manceba primordial en el serrallo del Gobernante.
Inca Roca toma como esposa principal a Mama Micay hija de
Soma Inga, Patrón de los Huallacanes, unión de la cual retoña Tito Cusi Hualpa
futuro legatario. La historia del encumbramiento al trono del Incario y últimos
años al frente de éste de quien, hasta
hoy, es recordado por sumar tragedias, resulta otra aventura propia de
Alejandro Dumas.
Todo empieza por que Mama Micay estaba primitivamente
prometida al Rey de los Ayamarcas, Tocay Capac, pero viendo Soma Inga es más
rentable una alianza con los Incas, en utilitario enroque, cancela la pactada
boda para ofrecer a Inca Roca la doncella como consorte. Esto encoleriza al
Caudillo Ayamarca en tal medida que, fruto de su despecho, declara la guerra a
los Huallacanes. El conflicto prorroga más extenso de lo esperado hasta que,
viendo su Nación lleva la peor parte, Soma propone finalizar las hostilidades. Tocay
accede con la inexcusable condición se le entregue al ya adolescente Titu Cusi
Hualpa como víctima propiciatoria del concierto. Considera el Jefe Ayamarca tal
la única manera de lavar su mancillado honor.
Menudo problema la exigencia de marras para los Huallacanes quienes
deben ahora optar por una de dos alternativas, o continuar la infructuosa
contienda bélica contra sus ocasionales enemigos y seguir sangrando su Nación,
o traicionar a los Incas con los cuales acaban de asentar matrimonialmente un
beneficioso concordato. Expuesta crudamente la disyuntiva no hay mucho que
elucubrar para Soma Inga quien finalmente decide secuestrar al muchacho y
transferirlo a los Ayamarcas. Para ello
se aboca a estructurar un ardid que no despierte ninguna sospecha en los
cusqueños.
Delineada la estratagema los Huallacanes se dirigen a Inca
Roca para solicitarle permita viajar al Príncipe a la tierra de su madre con el
propósito de rendirle acatamiento, evidenciarle la cuna de sus ancestros y
pueda conocer sus parientes maternos. No ve el Monarca inconveniente en la
súplica por lo que concede el real permiso enviando a Titu Cusi Hualpa
acompañado de su tío Inga Paucar y algunos Orejones más. Llegados a la villa de
Micaocancha la comitiva es recibida con todos los honores por Soma en persona. Tras
muchas fiestas y reverencias los agasajadores fingen un descuido, por supuesto
coordinado con los Ayamarcas, para éstos puedan raptar al menor a quien,
procurando despistar, mudan primero al pueblo de Amaro y posteriormente al de
Aguayrocancha donde Tocay Capac está a la espera de su presa.
Ante la catástrofe Inga Paucar corre a dar aviso a Inca Roca
el cual reacciona ferozmente haciéndolo desaparecer de los libros de historia.
Mas, sin embargo su furia, no se atreve escarmentar a los Ayamarcas pues no
sabe si su hijo está vivo, en cuyo caso podrían ajusticiarlo no bien un soldado
Inca aparezca en el horizonte. Así las cosas, la brutal contingencia lo obliga
adscribirse en un desgastante compás de espera. Mientras tanto Tocay ufano por
el triunfo de la operación encara a un asustado Titu Cusi Hualpa. A los gritos
le pregunta si es hijo de Mama Micay y cuando el mozo responde que sí el Mandón
Ayamarca deja aflorar todo el rencor acumulado en su iracundo corazón
determinando lo maten en el acto. Al escuchar la terrible orden que significa
el fin de sus días, aterrorizado Titu Cusi Hualpa arranca a llorar con tal
intensidad que sus lágrimas son de sangre.
Semejante portento no puede menos que desestabilizar a Tocay
Capac quien asaltado por supersticiosos temores dispone suspender la pena
capital por la de enviar al púber a una lejana comarca a pastorear rebaños.
Varios meses pasa el vástago de Inca Roca en aquel medio agreste, sometido a
rigores contrapuestos a su noble crianza y mal alimentado, hasta que cierta
ocasión la dama Chimbo Orma, hija de un Sinchi de la localidad de Anta y
cortesana de Tocay, en sus viajes por la región que comparten Ayamarcas y
Antasayas conoce a Titu Cusi Gualpa. A pesar de su deterioro físico le llaman
la atención sus finas maneras por lo que decide interrogarlo. El muchacho le cuenta
sus desgracias al extremo de conmover a la mujer que embargada por la compasión
y lástima promete ayudarle a recuperar su libertad.
Chimbo Orma, eludiendo la tutela de Tocay, habla con su
progenitor, un cuajado militar, y le pide rescatar al adolescente apelando al
altruismo y humanidad, ruego que su padre concede pensando más bien una hazaña
de tal categoría serviría al final de cuentas para congraciarse con los
poderosos Incas. Afinado el lance los Antasayas logran rescatar al menor. Una
vez en la localidad de Anta y al amparo de su reducto visten y sustentan a Titu
Cusi Gualpa quien requiere unas cuantas jornadas para recuperarse del brete
vivido. Vuelto a la salud sus salvadores envían mensajeros donde Inca Roca para
hacerle conocer la buena nueva.
La alegría del Soberano Inca y la Coya es indescriptible. El
regocijo que les invade no tiene parangón con ninguna felicidad anterior.
Inmediatamente remiten un cortejo de Patricios hacia Anta para regresar al hijo
añorado. Llevan estos Principales consigo mucho oro, plata, textiles y
obsequios diversos en señal de agradecimiento que los Antasayas reciben complacidos
señalando para ellos es más importante los Incas llamen “hermanos” a partir de
ahora. Por otro lado y para afincar la paz con los Ayamarcas, Inca Roca propone
un doble matrimonio a Tocay Capac. Este es que su hija Mama Chiquia se case con
el heredero de la Mascaypacha y la hermana del Soberano cusqueño, la ñusta Curi
Ocllo, contraiga nupcias con el Señor Ayamarca. Hechos los arreglos, convites y
festejos se suceden ininterrumpidos en el Cusco plenos de júbilo y algarabía.
Tras casi cincuenta años como Gobernante, Inca Roca fenece siendo
todo un venerable carcamal, lo cual entraña que Titu Cusi Gualpa al alcanzar la
máxima jerarquía del Incario es ya un hombre mayor. Lo primero que hace el
nuevo Monarca al ceñirse la Insignia Real es cambiar oficialmente su nombre por
el de Yahuar Huacac, “El Que Llora Sangre”, en recuerdo del infortunio
experimentado en su niñez. Corta y aciaga es la comisión de este Mandatario
marcado por la desgracia pues así como la adversidad lo visitó temprano también
se hizo presente a la hora de su muerte.
Pequeño de cuerpo, recio, fuerte y avisado, luce apersonada y
dispuesta estampa auroleada por un rostro agraciado. Si bien combativo y con
ansias de conquista sus expediciones no son muchas dado lo escueta de su
representación. Lo importante en él es que a instancias de su hermano el gran
General Vicaquirao, quien con los años pasaría a ser uno de los más extraordinarios
Oficiales del Imperio Incaico, se empiezan a dejar destacamentos militares de
control en los territorios ganados de forma conservarlos subordinados.
Como hemos dicho Yahuar Huacac estaba casado con la Ayamarca
Mama Chiquia, de figura poco graciosa, facciones alargadas y secas pero que
compensaba su anomalía con una infinita ternura manifestando enorme cariño por aves
canoras, guacamayos, palomas silvestres y monitos. El matrimonio tiene tres
hijos, el segundo de nombre Paguac Hualpa a quien el Gobernante destina como
sucesor. Varios vástagos le nacen también de sus concubinas destacando entre
ellos Marcayuto concebido por una barragana de origen Huallacán. Como es de entender
la delegación a favor de Paguac no es del agrado de los Huallacanes, para entonces
importantes aliados de los Incas, quienes prefieren a Marcayuto por ser fruto
del vientre de una paisana y acarrear, si éste ciñe la Borla Regia, un aumento
de su pujanza en la corte. Así pues de la indignación resuelven pasar a la
acción de manera corregir por propia mano lo que ellos consideran una afrenta a
su Nación.
Fecundos en secuestros los Huallacanes deciden invitar a
Paguac Hualpa para visitar sus campos con la velada intención de prenderlo y
darle muerte. Yahuar Huacac acepta pero, baqueteado por su mala experiencia
infantil, envía cuarenta milicianos como escolta con el objetivo proteger al
Príncipe de cualquier nefasta eventualidad. Lamentablemente aquel resguardo
resulta poco y en disimulada martingala los Huallacanes asesinan a Paguac y
toda su comparsa. Inmensamente dolido por la pérdida de su hijo Yahuar Huacac
descarga su ira y fiereza contra los pérfidos y falaces anfitriones arrasando
sus ciudades, exterminando a cientos y expatriando el saldo hacia los más
apartados y oscuros rincones.
El Soberano nunca más volvió a ser el mismo. Si de alguna
manera había superado el trauma de su infancia, la muerte de su predilecto es
una impresión imposible de digerir. Se aficiona al licor, torna virulento y
vehemente organiza un poderoso ejército para hacer la guerra a sangre y fuego
contra los Collas al sur del Cusco. Estando a punto de partir la excursión debe
detenerse pues la demarcación de los Condesuyos, al este de la metrópoli Inca,
se insolenta en impetuoso tono. Asolando y destruyendo los insurgentes se
acercan a la urbe la cual hallan desguarnecida por estar celebrándose en la
fecha una multitudinaria fiesta. Aprovechando el descuido los amotinados entran
sigilosamente a la Capital matando a cuantos se interponen hasta llegar a los
salones donde se encuentra en estado de ebriedad un desprevenido Yahuar Huacac.
La acometida al interior del recinto es tan violenta como
sangrienta. Los caídos montan por decenas consiguiendo un Condesuyo acercarse al
Gobernante y asestarle un tremendo golpe de porra en la mollera que lo tira al
suelo descalabrado. Haciendo un esfuerzo Yahuar Huacac se levanta increpando a
su agresor: “Qué has hecho traidor?”, para dirigirse lo más rápido posible al
Inticancha en búsqueda de refugio protegido por sus hijos y guardia personal.
Infortunadamente son alcanzados en la puerta produciéndose una terrible
degollina que acaba con la vida del Monarca, sus hijos y su cohorte. A partir
de ese momento la ciudad Inca es víctima del saqueo y la rapiña en medio del
terror y desconcierto de sus habitantes hasta que, de forma inopinada, se
desata una atroz tormenta cargada de truenos, rayos, relámpagos y abundante
lluvia sobre la vejada metrópoli. La tempestad es tomada por los Condesuyos
como una advertencia de castigo divino por lo que aprensivos deciden abandonar
la urbe salvándose ésta de una destrucción inminente.
Pasados los días y recuperada la calma se reúnen los Orejones
para dilucidar quién deberá heredar a Yahuar Huacac al haber sido eliminados éste
y sus descendientes primordiales. El concilio se hace largo y encendidas las
discusiones cuando una noble señora Hanan Cusco llamando al orden propone: “En
qué estáis allí? Por qué no tomais a Huiracocha Inca, pues lo merece tan
bien?”. La convocatoria a la reflexión surte efecto sentenciando finalmente los
Aristócratas la exaltación del sugerido continuador.
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A doscientos de años de haber llegado al valle del Cusco, la
antigua Confederación Inca está a las puertas de convertirse en Imperio. Y no
precisamente en razón al quehacer del recién ascendido Mandatario, sino por la
obra inconmensurable y magnífica de su hijo y sucesor Cusi Yupanqui. Repasemos
cómo fue la procelosa transmisión que con seguridad hubiera gustado narrar a
Alejandro Dumas.
Huiracocha toma como cónyuge estelar a Mama Runtu Cay,
descendiente del Señor de Anta, con la cual tiene cuatro vástagos siendo el
tercero de ellos Cusi Yupanqui. La Coya, de hermosa piel blanca, carácter
mustio y taciturno, es una mujer de índole retraída, ajena a bailes y
banquetes, llevando una vida recoleta y silenciosa dedicada a sus retoños y
regalando su tiempo libre al cuidado de seres indefensos como corcovados y
contrahechos. Dada su singular y melancólica personalidad no despierta holgadas
apetencias en su marido más allá de sólo servirle para procrear. Tanto así que
el Soberano prefiere dispensar sus afectos mayúsculos a una de las jóvenes
barraganas de su gineceo la bella y casquivana Curi Chulpa, oriunda del reino
Sahuasera, por quien siente un desbordado frenesí y con la cual reporta dos
infantes Urco y Zocco.
En cuanto a su desempeño como Gobernante, el ejercicio de
Huiracocha se divide en dos fases inequívocas. De apacible talante tiene la ventura
de contar como Oficiales Superiores del Ejército a un binomio de extraordinario
fuste, como son los Generales Vicaquirao, ya hemos dicho hermano de Yahuar Huacac,
y Apo Conde Mayta El Magno (no confundir con Conde Mayta el repelente hijo del
pasado Monarca Maita Capac), nieto del Mandatario Capac Yupanqui. Gracias a tan
magnífica dupla en la primera etapa de su encargo Huiracocha consigue resignar
y engarzar definitivamente todos los asentamientos del valle del Cusco y
aquellos ubicados en el diseño geográfico cercano. Hacia el exterior su campaña
más destacada es al Collao, donde, tras expugnar diferentes tribus en el
camino, registra pactos de paz con los Reinos de la altiplanicie. Después de
tan auspicioso estreno el Soberano da un vuelco en su práctica escurriéndose a
un segundo trecho más proclive a su afable y sedentario temperamento. En tal
virtud se emplea con esmero en impulsar la construcción, agricultura y textilería.
Simultáneamente se vuelve propenso a ensueños celestiales y diálogos con los
dioses, nuevas aficiones que le exigen una importante dosis de aislamiento y
calma en razón de las cuales se hace erigir un hermoso y placentero palacio en
el pueblo de Calca hacia el norte del Cusco. Como remate para poder dedicarse
sin interrupciones a sus variados pasatiempos, a instancias de su manceba Curi
Chulpa, se retira con ella a la mansión de Calca y nombra Regente al hijo de
ambos, Urco. Son claros en este punto los propósitos de la cortesana. Interesada
y calculadora ha obtenido Huiracocha se incline políticamente a su vástago
siendo la aspiración ulterior evidente. Busca sagazmente que el Gobernante, a
la hora designar heredero, la elección recaiga sobre su primogénito y no en alguno
de los frutos habidos con la Coya.
Enterada del agravio Mama Runtu Cay se presenta ante
Huiracocha para recriminarle su injusta decisión en contra de los genuinos
Príncipes. Inflexible el Monarca las dolidas lágrimas de la Coya devienen
infructuosas ante el mutismo e indiferencia de un marido cegado por los
melindres de la concubina. No habiendo más que hacer en Calca, Mama Runtu Cay, a
contrapelo de lo penoso que significa la discriminación de su progenie, saca a
relucir el lado brioso, hasta hoy oculto, de su entidad. Consigue transformar
en empuje el agobio aplicándose con esmero en dar a su prole una educación
sólida, virtuosa y disciplinada que les afine el genio, forje su personalidad y
los prepare para grandes empresas. Tan loable empeño es compartido por el
preceptor que la Coya pone al lado de sus vástagos. Se trata del maestro
Mircoymana quien enseña a los mozos desde la ciencia de las ideas hasta el
manejo de las armas. También vigilan la educación de los muchachos los
Generales Vicaquirao y Apo Conde Maita El Magno, concordando los tres, Cusi,
con casi veinte años, posee una multiplicidad de dones y capacidades naturales
que lo hacen distinguir y brillar por encima de los demás. En tal sentido cada
vez con mayor insistencia se comparan las bondades de éste con la conducta y
actuación de Urco al frente del Incario. Conducta y actuación que por cierto
dejan tanto deseable, que es el desprecio lo único que recoge de Nobles,
Oficiales y ciudadanía en general.
Quien mejor describe el comportamiento de Urco es el cronista
Cieza de León: “Era tan vicioso y dado a lujurias y deshonestidades, que … se
andaba con mujeres bajas y con mancebas, que eran las que quería y le
agradaban; y aún afirman que corrompió algunas de las mamaconas questaban en el
templo, y era de tan poca honra que no quería que se estimasen. Y andaba por
las mas partes de la ciudad bebiendo; y después tenía en el cuerpo una arroba y
mas de aquel brebaje, provocándose al vómito, lo lanzaba, y sin vergüenza
descubría las partes vergonzosas, y echaba la chicha convertida en orina; y a
los orejones que tenían mujeres hermosas, cuando les veía les decía: “Mis
hijos, como están?” Dando a entender que habiendo con ellas usado, los que
tenían eran dél y no de sus maridos. Edificio ni casa nunca lo hizo; era
enemigo de armas, en fin, ninguna cosa buena cuentan dél sino ser muy liberal”.
Más nítido imposible.
Y así mientras este ser pusilánime, cobarde y corrompido, en
medio de la repulsa de los cusqueños de bien se da la gran vida paseando en
litera de oro con tapasol de exuberantes plumas teñidas en rojo y haciéndose
atender con vajilla fabricada del dorado metal por una cuadrilla de mujeres, negros
nubarrones de peligro se ciernen sobre el valle del Cusco. Los Chancas, conglomerado
de tribus provenientes de la zona de Andaguayllas al poniente de la Capital,
pregonados por su crueldad y salvajismo, se preparan para conquistar la tierra
de los Incas. Arribados a las puertas de la ciudad en colocación de embate Urco
huye despavorido de la metrópoli buscando refugio en la residencia de Calca
donde Huiracocha también aterrorizado le aconseja se rinda sin condiciones.
Y como siempre sucede en la Historia, frente a los retos
monumentales surge la figura de un adalid colosal y extraordinario para
sostener su nación con enjundia y coraje distintos a lo ordinario. En este caso
se trata del bisoño Cusi Yupanqui el cual tras recriminar a su progenitor y
medio hermano el apocado amilanamiento del que hacen muestra, con el apoyo de
Patricios, Ejército y pueblo en su conjunto pasa a comandar y organizar la
defensa de la urbe. Arduas son las batallas contra los Chancas hasta que
finalmente la victoria concluyente premia el heroico esfuerzo de los Incas
suponiendo, por ende, la gloria máxima para su joven paladín a quien sus
coterráneos unánimemente proclaman Soberano a los gritos de “Pachacutec!
Pachacutec!” lo que quiere decir “persona con quien comienza una nueva era”.
PACHACUTEC
En cuanto a Urco, por decisión inapelable de los Orejones es
despojado de la Mascaypacha y prohibido ingresar al Cusco. Como, a pesar de la
veda, insiste sin lograr consumar reúne un grupo, aunque reducido, de tropas
para intentar recuperar impulsivamente el poder. Muerto el inútil en su
rencorosa porfía la noticia del deceso zarandea seriamente a Huiracocha que,
terco en demasía, no quiere dar su brazo a torcer y aceptar la realidad de los
hechos. Se niega a recibir a Cusi y solamente por presión de Aristócratas y
Militares al cabo acepta sea confirmado como su legatario. Tras aquel último y
forzado acto queda confinado en su palacio de Calca para morir viejo, olvidado,
sin pena ni buenaventura.
A partir de Pachacutec y su vocación por la supremacía Inca
la, hasta entonces, Confederación regional, se convierte en un majestuoso
Imperio. El Imperio del Tahuantinsuyo. La transmisión del poder de aquel a su
hijo Tupac Yupanqui es perfectamente ordenada mas no así la inmediata siguiente.
Veamos qué sucedió.
Si Pachacutec fue el fundador del Imperio Incaico, Tupac
Yupanqui resulta el más grande Emperador de su historia. De él podemos decir
con José Antonio del Busto: “Nació en el Cusco … hijo de Pachacutec, y de la
Coya Mama Anahuarque. Creció y se educó en su ciudad natal. Allí fue investido Príncipe Heredero … y …
General en Jefe del Ejército Incaico”.
“Al frente de éste … se mostró gran conquistador. … Gobernó
lo cuatro Suyos con acierto y equidad”. “Su obra fue notable. … extendió el
Imperio a sus límites casi definitivos”. “Fue gran Señor y muy valiente … era
de ánimo y pensamientos altos. Su gobierno significó progreso y felicidad. Su
época se identificó con el apogeo. Se le reconoció el más grande de todos los
Incas. Se le llamó El Resplandeciente”.
Tupac Yupanqui contrae nupcias con su hermana Mama Ocllo,
desposorio del cual nace, entre otros vástagos, Huayna Capac a quien, aun
siendo niño, el Mandatario elige como heredero. Mas como es costumbre
paralelamente tiene un gran número de esposas secundarias siendo su preferida
la ambiciosa Chuqui Ocllo con la cual engendra un hijo nominado Capac Huari al
que, con incansables tenacidad y perseverancia, la barragana intenta convertir
en sucesor real. Vanas sus argucias y comprobando la inclinación del Gobernante
por Huayna Capac es inquebrantable, en complicidad con Nobles indignos y arribistas,
y mancebas dispuestas a medrar de cualquier circunstancia, decide envenenarlo para
así dar curso a una vil patraña en favor de su descendiente asegurando la
última voluntad del Monarca había sido seleccionar a Capac Huari como legatario.
Con lo que no cuenta la intrigante cortesana es que sintiéndose morir Tupac
Yupanqui, sospechando su contaminación, llama al Sumo Sacerdote, su primo
Yamque Yupanqui, para reiterarle su persistente deseo. El siguiente Soberano
debe ser Huayna Capac y no otro. Extinto el Emperador, con la celeridad que
sugiere la urgencia el Máximo Pontífice se entrevista con la Coya y el egregio
General Huamán Achachi, hermano de Tupac Yupanqui, para encontrar la manera evitar
un desenlace positivo de la siniestra maniobra.
La primera medida que toma el laureado Oficial es poner a
buen recaudo al pequeño Huayna Capac. Con la ayuda de un grupo de fieles
soldados disfrazados de campesinos logra sacar del Cusco al infante y
esconderlo en la Fortaleza de Quispicanchis al este de la Capital. La siguiente
movida se da en los salones del Palacio Jatun Cancha, residencia del finado
Tupac Yupanqui, donde se reúnen Patricios y damas de alcurnia para tratar el
tema de la sucesión imperial. Iniciadas las conversaciones, con el respaldo de
haber sido la más apreciada entre las concubinas, Chuqui Ocllo toma la palabra.
Con locución enérgica e imperativos ademanes afirma es su hijo Capac Huari el genuino
heredero. Tal fue, garantiza, el decreto del difunto Mandatario confiado a ella
y a un grupo de Orejones no cabiendo por tanto mayor deliberación sino ejecutar
a la brevedad la sublime disposición.
La demanda de la barragana desemboca en agria discusión entre
Aristócratas leales y felones, unos a favor del rito dinástico y la pureza de
sangre, los demás pensando en sus propios intereses. Caldeados los ánimos, otra
acreditada manceba llamada Curi Ocllo (no confundir con la hija de Inca Roca
casada con Tocay Capac) se adelanta al centro del aposento para, a los gritos,
apoyar la iniciativa de la madre de Capac Huari. Sus arengas sólo consiguen el
debate se haga más áspero, al extremo que, enfrascados en la polémica, nadie se
entera la Coya ha ingresado al recinto. Sin mayor protocolo, con el brío y
entereza de una reina, Mama Ocllo encara con vigorosa resolución a Chuqui Ocllo,
Curi Ocllo y la cáfila de Nobles traidores. La primera, dando alaridos, replica
con los ojos desorbitados por la ira insultando y pretendiendo descalificar a
la Coya quien acicateada frente al cúmulo de diatribas proferidas por la
cortesana finalmente no
se contiene más. Acusa de sedición a las concubinas y Patricios desertores para
completar enrostrando con firmeza a Chuqui Ocllo haber envenenado a Tupac
Yupanqui pretendiendo torcer la auténtica determinación imperial de elevar al
trono de los Incas a su hijo Huayna Capac.
Furibunda la barragana reclama abalanzándose sobre Mama Ocllo
cuando el General Huamán Achachi y el Vicario Yamque Yupanqui, acompañados de
una división de guerreros, irrumpen en la magna aula. Tras imponer militarmente
el orden y en medio de expectante silencio el Supremo Sacerdote, voz
incuestionable en el ordenamiento teocrático Inca, empieza a narrar la verdad
de los hechos. Acto corrido el ilustre Oficial ordena prender a las levantiscas esposas
secundarias así como a los díscolos Orejones. La suerte de los insurrectos es
la pena capital mientras que a Capac Huari se le destierra a Chinchero
condenado a morir encerrado en el palacio que allí había mandado construir su
fallecido padre.
TUPAC YUPANQUI
Vuelto Huayna Capac de Quispicanchis, en fastuosa ceremonia
es investido con la Borla Real reconociéndosele como genuino legatario del
Imperio. Mas cuando se piensa entrado un periodo de calma, las vicisitudes,
sólo dormidas, despiertan para continuar incordiando el Incario. Como Huayna
Capac al acceder al gobierno Inca es todavía un menor sin ninguna experiencia los
Aristócratas nombran al Noble Apo Huallpaya para conducirse como regente y
tutor del pueril Monarca. Si bien el preceptor se preocupa por el aprendizaje
del púber, el saborear las mieles del poder terminan rebalsándolo de soberbia y
ambición. Pecados capitales que otra vez hacen sombras de conspiración se posen
amenazantes sobre el pendiente inmediato del Emporio Inca. Y así, mientras algunos
Patricios se plegan con alevoso propósito a la transgresora orientación de Apo
Huallpaya, otros, fieles a la corona, buscan la forma de preservar el orden
establecido.
Para entonces nuestro conocido General Huamán Achachi se haya
jubilado del ejército y descansa su ancianidad en el ubérrimo valle de Yucay. Hasta
allí se dirigen los Orejones honestos para, apelando a su acérrimo patriotismo,
solicitarle regrese de su ostracismo y, ante la emergencia como el militar más
venerado del Imperio, conduzca una nueva operación restauradora. El viejo
Oficial no puede negarse. Desempolva las armas y sin condiciones se pone al
frente de los leales.
Guardando total reserva Huamán Achachi se dirige al Cusco y reunido
secretamente con Aristócratas y soldados incondicionales, haciendo gala de una
testa muy bien amoblada, analiza
vínculos encubiertos entre personas, situaciones y asuntos aparentemente desligados
para concluir componiendo el rompecabezas traidor. Como quien pega primero pega
dos veces, dispone todo para dar un inesperado golpe de mano que agarre
descolocados a los rapiñadores y permita su más completa derrota. La primera
acción es vigilar los caminos que conducen a la Capital de forma atajar
movimientos extraños de gente e impedir el ingreso solapado de armas. La
intervención tiene pronto éxito y en varios cestos de hojas de coca
transportados por supuestos arrieros se descubren camuflados varios artefactos
de combate con destino a la facción conspiradora. Hecha la incautación
correspondiente el veterano Oficial ordena la inmediata captura de los
intrigantes. Descubiertos y destapados sorpresivamente en sus residencias la
resistencia de los hipócritas es mínima siendo todos trasladados atados a la
Fortaleza de Sacsayhuamán.
Notificado Apo Huallpaya del vendaval reparador busca hacerse
fuerte en su palacio pero aislado su realidad es desesperada y sin porvenir.
Huamán Achachi con fuerzas de élite acomete la casa del Regente. La escaramuza es
dura pero concisa. La táctica del viejo estratega elevada a la calidad de arte
es insuperable para adversarios sin mayor convicción. Obtenido el triunfo y
prendido el renegado, el General ingresa a la lujosa morada para confrontar al
jefe de la aplastada conjura. Apo Huallpaya de rodillas es custodiado por un
grupo de recios milicianos. Su antecedente altanería se ha esfumado y ahora es
incapaz de levantar la mirada del suelo. El añejo y prestigioso Oficial se le
acerca para con furia tirar de los cabellos del canalla y así obligarlo a
levantar la cara. Con el corazón encendido y los ojos en llama viva increpa al
insidioso Noble su conducta que califica de falsa, impostora y maldita. Sin más
contemplaciones ordena lo saquen al patio principal donde, a su señal, un
certero mazazo acaba con su infeliz existencia. La misma suerte corren sus
mujeres, sus hijos y muchos de los copartícipes en la infiel maniobra. Mientras
los pocos indultados pierden todos sus bienes y el destierro como esclavos
resulta su penoso destino.
Así pues, extirpada de raíz concluye la sedición y el conato
de pervertir la institucionalidad monárquica resulta finalmente ahogado en
sangre. En tanto la tranquilidad vuelve al Imperio la macabra cabeza de Apo
Huallpaya se exhibe en la punta de una pica clavada en la boca de riego del
Huacaypata. Por su parte Huamán Achachi, esquivando honores, regresa a su
labrantío y Huayna Capac puede por fin comenzar su reinado libre de sobresaltos
y conspiraciones.
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La última transmisión de mando en el Imperio Incaico antes de
ser adulterado por la conquista española, es la de Huayna Capac a Atahualpa,
cesión de la Mascaypacha que pasa primero por los hijos mayores Ninan Cuyochi y
Huascar y termina, tras cruenta guerra civil, en poder de Atahualpa. Por estar
dicha historia rodeada de pormenores particulares, más allá de exclusivas
intrigas hereditarias, no la consideramos en la presente exposición. Con lo
narrado creo haber contribuido en cierta medida para que un émulo de Alejandro
Dumas, con mayor autoridad que la mía, nos cuente parte de la Historia del Perú
de forma entretenida y cautivante.
JAVIER OSWALDO URBINA
GONZALEZ
Peruano