viernes, 3 de julio de 2020

HISTORIAS DE LIMA VIRREINAL A RAZON DE UN PASEO POR EL JIRON TRUJILLO


HISTORIAS DE LIMA VIRREYNAL A RAZON DE UN PASEO POR EL JIRON TRUJILLO

Para 1536 los españoles llevan 4 años ocupando el Tahuantinsuyo. Aquella persistente degradación de los valores del Incario que iniciara en Cajamarca ha terminado en irritante hastío para los indios. La gota que colma la generalizada repulsa es la denigrante prisión a la cual los castellanos someten en el Cusco a su Emperador. Encadenado por el cuello en una oscura celda huérfana del más indispensable menaje se mantiene a Manco Inca, 21 años, hijo de Huayna Capac y heredero de lo que, hace menos de un lustro, era el portentoso Imperio de sus antepasados. El joven Soberano, al inicio de su participación en el drama de la conquista, había confiado en los cristianos. Pero hoy enfrentado a la dolorosa verdad el fuego del desengaño le consume el corazón. Creyó eran dioses y ahora comprende son peores que demonios. Les ofreció entendimiento y fue agravio la respuesta. Abrió para ellos las puertas de su Capital y la vejación de todo lo sagrado resultó la contraparte. La tribulación que le domina se convierte en furia y su vehemente agresividad desemboca en las únicas alternativas posibles para su raza: feroz venganza y exterminio total de los pérfidos barbudos.

Con astucia prepara un ardid que le permite escapar de sus perversos carceleros y al término de un mes, comienzos de Mayo, asedia el Cusco al frente de 50,000 guerreros. Pero no sólo la recuperación de la Ciudad Imperial es parte de sus sañudos propósitos, también la destrucción de cierta metrópoli que, en inaceptable atrevimiento, otro grupo de españoles ha erigido pomposamente en los llanos centrales como urbe principal y meollo de sus aspiraciones usurpadoras. Para ello, mientras él se ocupa de la cuna de sus ancestros, envía al General Qizu Yupanqui, hermano de su abuelo el pasado Mandatario Tupac Yupanqui, al mando de un ejército de 40,000 milicianos.

Ejecutando el recado y tras un avance incontenible por las montañas Quizu progresa belicoso hacia la Ciudad de los Reyes bajando a través de 3 direcciones. Por los Caminos Inca del norte y del sur descienden con sus tropas los Comandantes Illa Tupac y Puyu Huillca respectivamente, en tanto el Jefe de la expedición y sus huestes lo hacen por el centro a través de la sierra de Huarochirí. Reunidos finalmente, a mediados de Agosto, en la margen derecha del río Rimac, frente a la Capital de los castellanos, Qizu Yupanqui se prepara para dirigir un ataque de intenciones devastadoras.

                               GENERAL QUIZU YUPANQUI

En la pequeña metrópoli, fundada 19 meses atrás, Francisco Pizarro y algo menos de 1,000 hombres auxiliados por indígenas propicios se aprestan a resistir el inminente embate. Llegado el día del asalto y al grito de “A la mar barbudos!” las fuerzas incas, cual aluvión que todo lo arrolla, se precipitan sobre la frágil urbe. Como los primeros combates se traban en el lecho del río, convertido en regato al no llover en las alturas, los cristianos encomiendan su suerte a San Cristóbal, venerado por ayudar al Niño Jesús a cruzar un caudaloso torrente. Si bien los sitiados se baten con coraje los quechuas son más numerosos y pelean con el firme aliciente de quien defiende su suelo. Poco a poco obligan a retroceder a los españoles ganando las calles de la ciudad hasta quedar la Plaza de Armas como último bastión. La lucha en la explanada es inclemente. Quizu Yupanqui, desde su litera de contienda, se emplea con bravura y alienta a los suyos cuando una lanza arrojada por Pedro Martín de Sicilia le atraviesa el pecho acabando con su vida. Caído el caudillo cusqueño inmediatamente el desconcierto se apodera de las filas incaicas quienes optan por retirarse mientras los castellanos practican horrenda matanza. Vueltos a la orilla diestra del caudal capitalino el ejército imperial queda a la espera de refuerzos que debía enviar Manco Inca. Pero éste también ha fracasado en el Cusco por lo que, abandonados a su destino y presas del abatimiento, las tropas incas se dispersan entre las breñas.

La algarabía y el júbilo no pueden ser mayores en la metrópoli De Los Reyes. La salvación que parecía imposible milagrosamente se ha dado y, consideran los cristianos, en gran parte se debe a la mano protectora de San Cristóbal. En tal virtud Francisco Pizarro bautiza al cerro tutelar de la urbe con el nombre del santo de forma rendirle eterno homenaje y agradecimiento, ordenando como colofón al sentido acatamiento levantar una cruz en la cima del emblemático collado.

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Es de apuntar que el antiguo Camino Inca del norte utilizado para alcanzar la Capital por las huestes de Illa Tupac corresponde, en su aproximación a la ciudad de Lima, al actual Jirón Trujillo la vía más añeja en la circunscripción de El Rimac. Hoy, viniendo desde la Plaza de Armas, se llega a la citada corredera al cabo de la Calle Palacio y a través del Puente de Piedra. Reconstruida en 2009 la arteria es hogaño un memorión paseo peatonal luciendo a ambos lados nutrido ramillete de clásicos balcones. Refiriéndonos únicamente a la fábrica religiosa destacan a lo largo de la mencionada travesía la Parroquia de San Lázaro, una de las primeras iglesias construidas en la metrópoli y de hecho la primordial en el distrito bajopontino alrededor de la cual éste empieza a crecer; así como la Capilla del Puente o Nuestra Señora del Rosario, el templo más diminuto del mundo con 5 metros de ancho, 10 de alto y 12 de profundidad.

                                      JIRON TRUJILLO

Manifiéstase interesante la historia de ambos santuarios. Comencemos con San Lázaro, ubicado en la cuadra 4 del presente Jirón Trujillo. El 17 de Abril de 1561 hace entrada oficial a la urbe De Los Reyes el cuarto Virrey del Perú Don Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva. Con 61 años a cuestas y de marcados hábitos cortesanos arriba en compañía de numerosa comparsa, 67 componentes entre caballeros y criados, además de baqueteados músicos, un enigmático astrólogo y cuantioso equipaje conformado básicamente por refinadas y valiosas prendas. Poco aficionado a tareas de gobierno prepondera más por sus gustos distinguidos, exquisito modo de vivir y, aprovechando su esposa ha quedado en la Madre Patria, prolijidad en actos de infidelidad conyugal.

Lamentablemente para él, a los pocos meses de su estancia, el surgimiento de una implacable epidemia de lepra viene a alterar su cortesana placidez. La plaga arremete inmisericorde contra muchos de los esclavos negros que prestan servicios en la Capital. Abandonados por sus amos o escapados ante la evidencia del terrible mal los desdichados encuentran refugio al desprecio y la exclusión al otro lado del río Rímac en el antiguo Curacazgo de Amancaes, vigente delimitación rimense. Condenados a existir a la intemperie en lo que era entonces una zona pantanosa, las víctimas de la cruel enfermedad hubieran muerto en el desamparo y el olvido si no fuera por la ayuda caritativa del peninsular Don Antón Sánchez noble vendedor de estoques quien con el discernimiento lastrado por el remordimiento en razón a un remoto oprobio que procuró a su padre cuando éste sufriera el horrible quebranto de la lepra y buscando acicalar su desaliñada conciencia, instala, en Abril de 1563 y con su propio peculio, una iglesia, un hospital y un cementerio para los infectados sobre aquellos cenagosos terrenos.

En tanto vive el compasivo benefactor no falta soporte para los edificios ni cuidado por el cumplimiento de sus santos fines. Penosamente a su fallecimiento tanto unos como otros se deterioran y decaen hasta que el terremoto de 1586 deja inmuebles y propósitos en total escombros. Cuando el Arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo visita el lugar en 1601 ya nada queda en pie. Por fortuna en 1607 benignos vecinos conforman una altruista cofradía de hermanos que se encarga de la reconstrucción del complejo pero más de 130 años después el gigantesco sismo de 1746 echa por tierra aquel loable esfuerzo. Rehecho el templo en 1763 sobre lo que fuera el primitivo nosocomio y camposanto, tal versión es la que podemos apreciar en nuestros días.

A modo de apostilla en lo que a la Parroquia de San Lázaro se refiere podemos decir fue en su estación de esplendor uno de los santuarios más ricamente decorados de la ciudad luciendo magníficas joyas muchas de ellas donadas por devotos Gobernadores como el Marqués de Montesclaros o el Conde de Superunda. Pero no sólo representantes del Rey estuvieron estrechamente ligados a la iglesia de marras, también cercanos residentes como la famosa Micaela Villegas “La Perricholi” la cual, además de donar su propio carruaje para uso del Párroco contemporáneo y un retrato del Virrey Amat, ambas reliquias desaparecidas, contrae matrimonio, bajo el amparo de San Lázaro, con su socio en el Real Coliseo de la Comedia Don Vicente Fermín de Echarri el año de 1795 según consta en la correspondiente partida que aún se guarda en el sacro despacho. Finalmente debe comentarse que al abrigo de los muros de la iglesia bajopontina se custodia la sagrada Cruz de Amancaes cuerpo que presidía la suprema fiesta celebrada por la localidad en la pampa de igual nombre.

Habíamos mencionado en el preámbulo que la jurisdicción de El Rimac empieza a crecer en torno al sitio de San Lázaro. Efectivamente la organización y urbanización civil del barrio la inicia en el año 1591 el Gobernador Don García Hurtado de Mendoza y Manrique, Marqués de Cañete, disponiendo se venda el lugar por solares debiendo la renta prorratearse dos terceras partes para el Ayuntamiento y la restante con ventura a los capellanes del Oratorio del Palacio de Pizarro. La composición preliminar del flamante alfoz son 10 manzanas la mayoría de ellas ubicadas al lado izquierdo de un precario puente de ladrillo que manda cimentar el aludido Virrey en el empeño de empalmar la metrópoli con el naciente suburbio.

                             PARROQUIA DE SAN LAZARO

Apaciguada la malhadada peste, hacia 1600 el Arrabal de San Lázaro o Nueva Triana como también comienza a ser conocido el extrarradio continúa su crecimiento con obra de casas huerta en las parcelas que, en ascendente número, van comprando los españoles. Así pues, a tono con la definición del carácter de la urbe principal, prosperan en la margen derecha del rio frescas calles flanqueadas por simpáticas viviendas de uno o dos pisos luciendo en sus fachadas moriscos balcones de madera hasta alcanzar, a mediados del Siglo XVII, la cifra de 2000 residencias más algunas factorías y talleres de artesanos.  

En cuanto a la Capilla del Puente o Nuestra Señora del Rosario, emplazada en la cuadra 2 del coetáneo Jirón Trujillo, contaremos que el espacio ocupado hoy por el bloque competía originalmente a un tambo proveedor de posada para los caminantes que transitaban por el vetusto Camino Inca. Posteriormente la extensión muda a cartera de los padres dominicos quienes en 1555 domicilian allí una humilde ermita con la imagen de la Virgen del Rosario que pasa a ser objeto de copiosa veneración. A mediados del Siglo XVII el conjunto es adquirido por un aristócrata hispano perteneciente al Mayorazgo de la familia Mendoza de Sevilla, una de las más importantes y poderosas del reino ibérico, blasonado para más señas con el campanudo título de Duque del Infantado. En uso de sus derechos el linajudo patricio procede a fijar su mansión particular en la recién agenciada propiedad quedando dentro de los linderos de la misma el reverenciado adoratorio.

Dado el singular culto por la Virgen rosarina se había arraigado fervorosamente en la población el noble caballero permite se abra una puerta pública hacia la calle para así facilitar el acceso a los fieles y la continuidad de los ritos. Con el paso del tiempo la pequeña capilla acoge refacciones los años 1878 y 1896, recibiendo su última remodelación después del terremoto de 1940 quedando tal como luce en la actualidad.

                     CAPILLA NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

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Con el advenimiento del Siglo XVII la Ciudad De Los Reyes ingresa a su etapa de apogeo virreinal. Las bases de semejante plenitud las impone el controversial Gobernador Don Francisco Alvarez de Toledo quien estuviera al frente del Virreinato del Perú desde 1569 hasta 1581. Sin entrar en disquisiciones sobre su desempeño se puede afirmar sin duda ninguna que Alvarez de Toledo es el determinante organizador del inmenso dominio peninsular en América del Sur. Sus más distinguidas contribuciones son la dación de una apropiada armazón legal que guía la administración colonial y el afianzamiento de las instituciones para una buena regencia, aportes que habrían de durar hasta las reformas del Siglo XVIII.

Sus sucesores, en suma parte desiertos de iniciativa, sólo se limitan a seguir por el camino trazado salvo raras excepciones. Una de ellas atañe al onceavo Virrey Don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros y de Bayuela, Señor de las Villas de Higuera De Las Dueñas, Colmenar, El Vado y Valconete, el cual resultará cordialmente relacionado al asentamiento de San Lázaro y al moderno Jirón Trujillo, justificación que hace nos detengamos a revisar algunos trances de su estadía en Lima.

El nuevo Gobernador entra ceremoniosamente a la Capital el 21 de Diciembre de 1607. Con 36 años de edad, viudo de su primera esposa lo acompaña la segunda Doña Luisa Antonia Portocarrero y Mendoza junto a un séquito de 80 fámulos. Hombre activo gracias a su juventud, destaca por su ánimo resuelto, avisada inteligencia y conciencia de su autoridad. En lo personal se muestra festivo, gustoso de galas y muy aficionado a la poesía, arte en el que, si bien moderado rimador, sus composiciones provocan no pocos elogios entre los entendidos. Respecto a su carrera política ésta acontece tan trepidante como exitosa, sustento para que el Monarca Felipe III lo nombre en 1603 Virrey de México. Tras cuatro temporadas de meritoria labor en el pretérito predio azteca la Corona le encomienda, como reconocimiento a su impecable trabajo, la conducción del Perú.   

                     VIRREY MARQUES DE MONTESCLAROS

Veamos cuál era en el preludio del Siglo XVII la realidad de la metrópoli con las tres coronas. En 1600 ésta afinca 11,059 almas: 2,151 hombres útiles para empuñar las armas, 2,454 mujeres, 2,185 individuos menores de 12 años, 438 indios, 3,428 negros y mulatos, y 403 inválidos, lisiados y piadosos. Para 1615 se registra un importante incremento poblacional que el censo de la época registra como superior al doble. Así pues el inventario arroja 25,302 urbanos repartidos de la siguiente manera: 9,630 españoles seglares, 1,720 frailes y monjas, 425 criadas en los Monasterios, 92 recogidas, 1,917 indígenas, 10,386 negros, 744 mulatos, 192 mestizos, 82 araucanos, 38 filipinos, 20 japoneses, y 56 originarios de posesiones portuguesas. Referente a los oficios más comunes estadísticas de 1613 apuntan 323 sastres, 129 zapateros, 79 sederos y botoneros, 62 pescadores ribereños, 34 carniceros, 28 silleteros, 20 cardadores y un librero.

Durante aquel tracto histórico el espíritu confesional marca la vida y su desarrollo en la Capital. Si bien las grandes órdenes, principalmente Franciscanos y Dominicos, monopolizan la práctica religiosa ello no es óbice para se levanten nuevos templos y conventos como el de Santa Clara en 1606, se amplíen otros como La Merced en 1611 o restauren algunos como la propia Catedral que inaugura una aventajada primera parte en 1604. Paralelamente una serie de eminentes profesos señalan con su ejemplo lo que debe ser una presencia rebosante de santidad y amor al prójimo. Junto con el Arzobispo Toribio de Mogrovejo quien ejerce entre 1580 y 1606 sobresalen los nombres de Francisco Solano llegado a la ciudad en 1595 con 46 años de edad, Fray Pedro Urraca en la metrópoli desde 1608 con solamente 12 y Juan Macías desembarcado en Lima en 1616 con 31 años. Mas los especialmente representativos son la terciaria de Santo Domingo Isabel Flores de Oliva, tratada por todos como Rosa, venida al mundo en 1586 y dedicada a pervivir místicamente expresando su amor a Jesús a través del valor redentor del sufrimiento hasta su temprana muerte en 1617; así como el carismático hermano lego Martín de Porres nacido en 1579 y que tras una existencia llena de milagros en favor de los más necesitados fallece en 1639 no sin antes haber juntado en un único plato a perro, pericote y gato.

                                       ROSA DE LIMA

También por aquellos tiempos la Santa Inquisición, funcionando en la urbe desde 1570, hace notar su empaque gracias a una recargada y diligente actividad. De 1600 a 1621 sentencian 255 causas, llevan a cabo 5 Autos de Fe y mandan a la hoguera  6 condenados: 5 acusados de “judaizar” y 1 por blasfemo. En la otra mano, hablando ya de composturas más mundanas, la Capital De Los Reyes viene a constituirse en un emporio económico como centro comercial, financiero y mercantil del Virreinato donde la Audiencia, el más alto tribunal de la Realeza Española en el Perú, además de garantizar el irrestricto cumplimiento de las leyes infunde respeto al estar conformada por magistrados de honorable conducta. En medio de aquel orden y bonanza el movimiento intelectual florece y se amplifica en un ambiente cultural propicio dinamizado por la imprenta la cual, instalada en 1584, primera en América del Sur, continúa sin parar su significativa producción bibliográfica.

Regresando al Gobernador Marqués de Montesclaros habíamos dicho éste tiene una concomitancia entrañable con el Arrabal de San Lázaro, ahora distrito de El Rimac. Ciertamente pues, aunque inserto a cabalidad en una eficaz administración y manejo ordenado del Virreinato, no descuida la realización de obras de utilidad y ornato que benefician de forma singular la demarcación rimense. La primera de ellas es la construcción del Puente de Piedra de manera unir la ciudad propiamente dicha con las áreas al otro lado del río y la realización de la Alameda De Los Descalzos bulevar que rápidamente se convertirá en lugar predilecto de junta y excursión para los limeños.

En afinidad al Puente mencionaremos que en tiempo de los Incas ambos bordes del Camino del Norte, separados por el caudal, estaban conectados por una pasarela de criznejas que los primeros castellanos reemplazarían por un rústico pontón. Posteriormente el Gobernador Marqués de Cañete lo sustituye por otro de rasilla que edifica, como hemos indicado, en 1591, mismo que se viene abajo en 1607 debido a una fuerte crecida de la corriente de agua. Ante la necesidad dotar a la metrópoli de una plataforma más acorde el Virrey Juan de Mendoza y Luna dispone la demolición del viaducto dañado y la fábrica, al año siguiente, de uno completamente nuevo con planta maciza de piedra.

                                  PUENTE DE PIEDRA

Con la firma del Arquitecto Fray Jerónimo de Villegas, mestizo capitalino de la orden de los Agustinos, y la dirección del maestro cantero Juan Del Corral a quien hubo que traer de Quito donde se encontraba ocupado en variados aparejos, se inicia el proyecto. Para su financiación el Marqués de Montesclaros impone un impuesto de 2 reales por cada arroba de jabón y velas que se gaste en la urbe y un real más sobre cada botija de vino. Entre tanto su asiento y para no interrumpir el tránsito se habilita una provisional planchada de palos que obliga a la contratación de vigilantes ante el peligro de un incendio dada la cantidad de negros que la franquean fumando descuidadamente. El material utilizado corresponde a piedras extraídas de peñascales chorrillanos, como el Morro Solar, siendo la argamasa una mezcla de cal y claras de huevo de aves guaneras.

El Puente de Piedra queda concluido en 1610. De impecable línea y robusta solidez, sus columnas lucen forma de diamante y sus pilares redondeados han sido diseñados como defensa contra la fuerza del torrente. La estructura tiene una longitud de 500 pies geométricos y ostenta 7 hermosos arcos. A la entrada, detrás del Palacio Virreinal, se erige un apuesto arbotante con la imagen de la Virgen de Belén y hacia el flanco opuesto dos torreones con epígrafe atinente a la hechura de tan majestuosa estructura. Pronto convertido en excusa de complacencia y gozo para los vecinos, las noches de canícula sirve de alivio al pletórico corro de peatones, coches y calesas que afluyen a disfrutar la frescura del río. Como complemento al solaz tiendas y cajones eventuales detallan dulces, embutidos, batiburrillos de legumbres y hortalizas, sazonados, flores y bagatelas, mientras un esplendente alumbrado contribuye a hacer más encantador el remanso. Remozado en 1738 y reparado en 1818, deviene finalmente modernizado en 1902 por el Alcalde de la ciudad Federico Elguera quien resuelve se reduzcan sus arcos a sólo 4, ensanchen sus aceras, se instalen barandas de hierro y coloquen unos faroles encargados para el efecto a Bélgica. Tal es la hechura que contemplamos hoy en día.

Muchas son las historias y leyendas que se narran relacionadas al Puente de Piedra engarce contemporáneo de la Calle Palacio con el Jirón Trujillo. La más célebre es la Tradición “El Alacrán de Fray Gómez” del insuperable Ricardo Palma. Cuenta el emérito conservador de nuestro acervo que cierta jornada caminando el Fraile por la citada conexión resulta testigo de un terrible accidente: la caída de un jinete que al golpearse la cabeza contra el adoquinado queda medio moribundo. Presto ante la terrible escena Fray Gómez coloca sobre el cuerpo del malherido el cordón de su sotana a la vez le dispensa tres bendiciones y …. oh milagro!, al cabo de poco segundos el caballero se levanta tan sano como estaba previo a caerse del potro. Inmediatamente un abundante grupo de curiosos que había visto el prodigioso lance intenta glorificar al padrecito, mas éste, dechado de humildad y modestia, para evadir las aclamaciones alza vuelo desde el Puente hasta la torre del Convento de San Francisco donde alcanza protector refugio.

Saltando a la Alameda De Los Descalzos expresaremos que en razón el Gobernador, antes de venir a América, había morado en Sevilla se inspira para proponer en 1609 la construcción de un paseo a modo del de Hércules en la capital del Guadalquivir. El diseño es similar: 5 calles, 8 hileras de frondosos árboles y 4 fuentes. La ronda queda terminada en 1611 y a partir de ese momento el lugar se transforma en predilecto de señores y principales quienes en lucidas cabalgaduras o elegantes carruajes garbean buscando tan sólo mostrarse gallardos y estilosos frente a semejantes y damas de alcurnia. La Alameda es refaccionada en 1770, también en 1856 cuando el Presidente Ramón Castilla manda colocar el hermoso enrejado de fierro traído desde Inglaterra y que la circunda totalmente, y por último en 1858 donde se ubican 12 estatuas de mármol de carrara representando los signos del zodiaco, bancas, candiles y jarrones, características con las que podemos apreciarla en el presente.

                             ALAMEDA DE LOS DESCALZOS

Como posdata relataremos que el hermoso conjunto cuyo apelativo toma prestado del Convento de Franciscanos Descalzos perfilado al final del mismo se encuentra flanqueado por la iglesia de Santa Liberata y el Beaterio del Patrocinio. Este segundo levantado en 1688 era a comienzos del Siglo XVII un criadero de cerdos. En él laboraba Juan Macías antes de entregarse a la vida religiosa en 1622. Todas las mañanas iniciando sus tareas el joven cortijero veía pasar frente a los corrales a Martín de Porres llevando ayuda a los más necesitados. No tardaron en hacerse muy amigos, tanto así que el Fray de la escoba terminó infundiendo en el alma de Juan la proclividad de consagrarse a la asistencia de los pobres.

                                     MARTIN DE PORRES

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Siguiendo con el Virrey de Montesclaros éste no sólo se ha ganado un sitio en la historia de Lima por la manufactura de los renombrados Puente de Piedra y Alameda De Los Descalzos, amén de su correcta e impoluta gestión, hay además 2 hechos en los cuales le cabe especial actuación y que destacan como dianas en su discurrir por la metrópoli.

El primero de estos episodios se refiere a la aparición en Mayo de 1615, ante las orillas occidentales de América del Sur, del corsario holandés Joris Van Spilberghen quien al comando de 6 embarcaciones de guerra con macabra lámina y negro pabellón emboca por el Estrecho de Magallanes hacia los mares meridionales del Pacífico. A bordo de la nave capitana bautizada tenebrosamente como “Lucifer” y secundado por el resto de bajeles el marino neerlandés, cargado de filibusteros propósitos, arriba inicialmente a las costas de Chile. Su voluntad es atacar el Puerto de Valparaíso pero contrariado debe navegar de largo pues los pobladores han incendiado su localidad consiguiendo desanimar el desembarque pirata. Avido y furioso Spilberghen opta por una presa más sugerente: dirigirse al Perú con intención asolar y saquear su urbe primordial famosa por su brillante opulencia.

De cara a la emergencia el Gobernador con decisión y firmeza asume prestamente el abrigo de la ciudad de Lima. La primera medida es frenar al corsario antes llegue al Puerto del Callao. Para ello envía a su encuentro la armada virreinal abanderada por su sobrino el Almirante Don Rodrigo de Mendoza. El 17 de Julio se topan ambas flotas en el mar de Cañete. El inevitable combate se produce en horas de la noche a la altura de Cerro Azul. Lastimosamente la escuadra española está escasamente proveída por haber sido apertrechada a la carrera y no puede hacer nada contra los navíos bandoleros. Así, los resultados son funestos para los hispanos quienes no sólo pierden barcos sino también a su propio Almirante. Acicateado por el triunfo Joris Van Spilberghen reinicia su terrorífico rumbo al Callao.

En la Capital al conocerse la proximidad de los malhechores tocan a repique las campanas de las iglesias y mientras en la Plaza de Armas se reúnen arcabuceros, lanceros y vecinos entusiastas, las mujeres se cobijan rezando en los templos. Si los hombres e ingenios bélicos no alcanzan detener a los bandidos solamente Dios puede proteger a la metrópoli de los horrores de una invasión filibustera. El pánico corre como reguero de pólvora haciendo el Monasterio De Santo Domingo se vea pronto repleto de asustadas damas que gimen y oran fervientemente implorando la misericordia del Señor. Acompañando y consolándolas resalta aquella joven terciaria de dulce rostro, tratada por todos como Rosa, que con 29 años de edad anima a sus congéneres a través de su fé, devoción y serenidad, llamándolas con acento seguro a confiar en la Divina Providencia.

                               JORIS VAN SPILBERGHEN

A la par, el Virrey Don Juan De Mendoza y Luna, asumiendo la jefatura defensiva de la urbe con la determinación impedir el desembarco de los piratas, monta en su corcel y cargando su mejor armamento se dirige al Puerto del Callao a la cabeza de sus fuerzas, mezcla de milicianos y voluntarios muchos de los cuales se van plegando en el camino. Una vez en el embarcadero y tras tensa espera, saliendo de la bruma las pardas velas de los buques corsarios se dibujan siniestras en el horizonte. Spilberghen ordena el bombardeo empero sus hordas inexplicablemente no descienden a la playa. Así transcurren interminables las horas hasta que, sin interpretación posible, las infaustas embarcaciones dan media vuelta y alejándose de la costa desparecen en marcha al norte. Sin duda Dios había atendido los ruegos de Rosa y la Capital podido librarse de una desgracia, aunque sin perjuicio del milagro es de distinguir, cuando las circunstancias lo colocaron a prueba, el Marqués de Montesclaros puso el pecho como todo un valiente.

El segundo suceso que subraya la recordación del Gobernador trata de otra batalla que aunque incruenta no por ello menos ardua para nuestro personaje. En 1609 la ciudad de Lima es casi destruida por un colérico terremoto que la estropea en demasía. Mas recuperado el ímpetu vital y tras un período de reconstrucciones y remodelaciones la metrópoli se yergue de sus daños más espléndida y arrogante que ayer. Tal reverdecer va también del brazo de un aflojar las pudorosas costumbres que galardonaban a la ciudad de los primeros tiempos. En tal sentido si bien empezando el Siglo VXII Lima mantiene, según hemos observado, su ardor religioso los capitalistas se brindan con cada vez creciente afán a la disipación y los placeres. Específicamente en cuanto al mujerío, el lujo y la ostentación se apodera de las féminas quienes para más coqueto lucimiento de sus atributos generalizan el uso de la saya y el manto rematado por el disimulo de negar un ojo, prendas que se venía vistiendo tímidamente desde la segunda mitad del Siglo XVI, dando origen a la imagen más identificada con la metrópoli virreinal: la tapada.

Pero el nacimiento y consolidación de tan inquietante indumentaria no es proceso fácil. Ya el Tercer Concilio Limense, realizado entre 1582 y 1583, calificaba sin pestañar de pecaminoso el provocador atavío condenando los estrictos asambleístas a toda mujer asistente a las procesiones encubierta con el artificio de revelar uno solo de sus órganos visuales. La censura, sin solución de continuidad, se extiende a púlpitos y tribunales hasta que la Audiencia, además de prohibir y penar a las damas que ocultaran un ojo, pone el espinoso tema en manos de Don Juan De Mendoza y Luna. Aunque tenaz la lid que libra el Gobernador por cumplir el mandato y desterrar a las tapadas, éstas con proverbial y bravío empeño hácenle finalmente cejar en la faena.

Descalabrado en su porfía erradicadora el regate del Marqués de Montesclaros no tiene desperdicio. Escribe una carta al Rey de España en cuyo proemio acepta “los escándalos e inconvenientes” derivados del uso del famoso rebozo para terminar arriando banderas reconociendo “como he visto que cada uno no puede con la suya, he desconfiado de poder con tantas”. No en vano el Virrey contaba con varias íntimas amigas que habían captado su galante inclinación precisamente por la pícara utilización del contradictorio tapamiento.

                                   TAPADA LIMEÑA

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Me permito acabar el presente relato con una aclaración que, a tenor de lo historiado, bien viene a cuento. Se trata de la letra del emblemático vals de Chabuca Granda “La Flor De La Canela”. Cuando en la segunda parte del estribillo dice “Del puente a la alameda menudo pié la lleva …” muchos, erróneamente, piensan se refiere al Puente de Piedra y a La Alameda De Los Descalzos construidos por el Gobernador Marqués de Montesclaros, mas no es así.

“La Flor De La Canela”, a la sazón Doña Victoria Angulo Castillo de Loyola (1891 – 1981), se conoció con Chabuca en 1947 durante un convite en la casa barranquina de la encumbrada dama María Isabel Sánchez Concha De Pinilla muy vinculada a los artistas. A partir de ese momento desarrollaron un mutuo afecto y como por entonces la cantautora nacional trabajaba en la Botica Francesa ubicada en la calle Mercaderes, hoy Jirón De La Unión, Victoria la solía visitar camino de regreso a casa comentándole el trayecto que tenía que recorrer a pié.

Vivía la apuesta morena en un corralón con puerta a La Alameda De Acho conocida también como La Alameda Nueva o Alameda De Tajamar que, perfumada de magnolias, corría a la vera de la margen derecha del río Rimac desde lo que ahora es el Puente Santa Rosa hasta la Plaza De Toros. Para acceder a su domicilio debía Victoria cruzar el curso de agua a través de un puente de madera el cual quedaba a la altura de la curva del ferrocarril Lima – Ancón, actual extremo del Jirón Rufino Torrico. Así entonces el “puente y la alameda” que recrea en su inmortal vals Chabuca Granda son aquel Puente De Palo y La Alameda De Acho que, desaparecidos del moderno paisaje capitalino, sólo viven en el recuerdo de unos cuantos.

Dicho sea de paso la vivienda de Victoria Angulo era el panteón del criollismo. Allí con jaranista continuidad se juntaba el salón de la fama de la música popular limeña sobresaliendo entre los habituales parroquianos Elías y Augusto Azcuez Villanueva, primos de “La Flor De La Canela”; Bartola Sancho Dávila, la más grande bailarina de marinera que haya tenido el Perú; Manuel Covarrubias; Pablo Casas Padilla; Luciano Huambachano y otros más, todos alrededor de un exquisito seco de gato preparado por el rimense “Monumento” remoquete aplicado por su alta talla.


 LOS HERMANOS ASCUEZ Y LA REAL ACADEMIA DEL CRIOLLISMO

Los Azcuez Villanueva eran también tíos de Alejandro “Manguera” Villanueva connotado futbolista del Alianza Lima a inicios del Siglo XX nacido bajo el puente en El Callejón Santa Rosa de Malambo por lo que desde siempre invitaban al sobrino a las sabrosas reuniones. Este, amiguero impenitente, llevaba consigo a Eugenio Segalá, Julio Quintana, Filomeno García y Villalta, todos jugadores blanquiazules. Fue en aquel sacrosanto recinto cuando un 21 de Julio de 1950, en homenaje a su cumpleaños, Chabuca le cantó por primera vez “La Flor De La Canela” a Doña Victoria Angulo.

                     CHABUCA GRANDA Y VICTORIA ANGULO


JAVIER OSWALDO URBINA GONZALEZ

                        PERUANO