LA ULTIMA JOYA
Babilonia, 331 a.c.
- Es
increíble! Incluso la orgullosa Atenas palidece ante tanta maravilla – un
deslumbrado Alejandro El Magno recorre los refinados salones plenos de
opulencia y lujo del palacio de Darío III Codomano al interior de la ciudad más
grande y fabulosa de oriente, segunda Capital del Imperio Persa.
La legendaria metrópoli de los Jardines Colgantes acaba de caer en sus
manos tras la Batalla de Gaugamela a orillas del río Tigris, contienda que
significa la obra maestra en táctica militar y la mayor victoria del joven Príncipe
de Macedonia.
Alejandro entra en Babilonia como rey del mundo. La urbe, antigua
gloria del Monarca Nabucodonosor, ocupa una extensión de ochocientas cincuenta
hectáreas y alberga casi doscientos mil habitantes. De traza rectangular,
cruzada por el río Eufrates que la divide en dos mitades unidas por un puente
de piedra, está rodeada por una doble línea de murallas midiendo la exterior
veintiséis metros de grosor. El ingreso del genial macedonio, un desfile
triunfal a la cabeza de su ejército, se verifica a través de la Puerta de
Ishtar, principal de ocho pórticos monumentales que franquean los ciclópeos
muros de la ciudad. Decorada con animales mitológicos de colores brillantes
sobre un fondo azul vidriado está consagrada a la deidad del mismo nombre,
patrona del amor, la belleza, la vida y la felicidad. Conduce al templo del
dios Marduk a través de la gran Avenida Procesional enmarcada entre majestuosos
edificios de tonalidades rojas y doradas que lucen en sus paredes áureos
dibujos de dragones, toros y leones. Hoy un jubiloso gentío abarrota tanto las
holgadas orillas de la amplia y extensa vía como los techos de los fastuosos
inmuebles levantados a uno y otro lado de la misma, vitoreando, entre agitar de
palmas y lluvia de pétalos, el paso rotundo de los invencibles conquistadores y
su mítico Paladín.
---oo0oo---
Chan Chan, Capital del Reino Chimú, 1466 d.c.
Al rayar el alba el clarear matutino dista ser lo usualmente apacible
en la majestuosa metrópoli al borde del océano. Un extraño y recio rumor
envuelve el ambiente. No es la cadencia sonora de las olas ni tampoco el volar
en bandada las aves marinas. Tampoco el iniciar la jornada sus gentes ni el
paseo del viento entre las mansiones de la sublime urbe. Es una resonancia
nueva. Distinta a todo lo habitual. Un retumbo vibrante, trémulo, que eriza la
piel ….. que estremece …..
Y así lo perciben los moradores de la espléndida urbe. No importa el
rango que exhiban, ni la actividad que desempeñen la turbación primero y el
consecuente temor después van inundando las arterias y recintos de la enorme
ciudad cual pleamar extendiéndose incontenible por el litoral. Presos de
creciente zozobra los atemorizados residentes se miran unos a otros buscando la
respuesta que por si solos no encuentran. Será un castigo de los dioses próximo
a caer del cielo? Quizás las siniestras primeras notas de un terremoto que se
avecina poderoso?
En sus exhuberantes habitaciones, al interior del Castillo Casa Grande,
Minchancaman, Soberano Chimú, abre los ojos bruscamente, sin siquiera pestañar.
Desde hace buen tiempo duerme en permanente estado de alerta y estar siempre
avizor ha relegado en él cualquier sereno descanso. Sabe perfectamente la razón
de aquella áspera reverberación. Es más ha estado esperando. Deseando incluso
llegue este día. Y lo que en otros es miedo para él es un desahogo pues
finalmente la expectativa terminó y podrá colocar las cosas en su debido lugar
del que nunca debieron salir. Aspira hondo y la determinación brilla en su
mirada. El ingreso diligente de los Generales del Señorío, inclinados
respetuosamente, lo aparta de sus pensamientos primeros. Los Oficiales también
conocen el motivo de la ronca sonoridad así que un breve intercambio de gestos
es suficiente. Toma su capote de lana vicuña y con paso pronto, seguido por los
Caudillos Militares, se dirige a la terraza más alta de la real vivienda. Desea
desde allí reafirmar con sus propios ojos la verdad percibida íntimamente.
Una vez en el mirador el Mandón costeño ajusta la vista a la tenue
bruma que todo lo envuelve. Aquello que a cada instante mejor distingue, a
pesar de lo advertido por espías y mensajeros, no deja de causarle grave
impacto. Ciertamente supera con creces su imaginación. En ese segundo de
fragilidad un inopinado temblor reflejo lo invade. No, no se lo puede permitir.
Semejante rapto de debilidad es inaceptable en un Gobernante. Aprieta los
dientes para domeñar el incómodo desliz recuperando rápidamente su disposición
hierática. Recobrada pues la consistencia fija la mirada en la lontananza para
sumirse en un profundo silencio que los Generales entienden y ponderan.
Comprenden tal reserva como un espacio de meditación y presagio de las duras e inevitables decisiones
que el Monarca deberá adoptar en las próximas horas ante lo que está a punto de
desencadenarse. Decisiones que, de una forma u otra, terminarán afectando para
siempre el mundo como hasta hoy han conocido y que incluso pondrán a prueba
todos sus eternos dogmas y certidumbres.
---oo0oo---
La niebla se va disipando y
ahora sí Minchancaman y los Oficiales tienen una visión nítida de la escena
desarrollándose más allá de las fabulosas murallas bellamente acicaladas que
enmarcan su fantástica Capital. Se trata de un ejército invasor, magnífico e
inverosímil, desplazándose en disciplinada formación. Cincuenta mil guerreros
reunidos en legiones compactas que van ocupando su lugar de acuerdo a un plan evidentemente
preparado de antemano. Inmóvil en el balcón y con la atención puesta en los
acomodos del enemigo el Soberano repasa vertiginosamente los sucesos previos.
Si bien fuera prevenido del arribo de aquella misteriosa banda de usurpadores
desde que ésta apareciera en los llanos, la había inicialmente subestimado.
Como la irrupción a su territorio se produjera por el sur calculó la selecta
división de sus huestes acantonada en la Fortaleza de Paramonga, barbacana que
guarda los australes confines del Dominio, contendría a los enigmáticos salteadores arribados desde remoto suelo.
Lamentablemente para sus intereses tales estimaciones no derivaron positivas y
luego de feroz contienda el bastión acabó rindiéndose de manera incondicional.
En ese mismo instante tomó cuenta de su grave error procediendo a enmendar la estrategia defensiva. Algunos de sus
Caudillos le aconsejaron salir a buscar a los extranjeros pero él consideró mejor
aguardarlos en la metrópoli fundamental del Reino para enfrentarlos al amparo de
sus robustos muros. Así tendría cubierta la retaguardia y el despliegue de
fuerzas sería a su favor. Tal maniobra posibilitaría mayor contundencia en el
castigo y una venganza categórica contra los petulantes agresores. La espera
había sido larga pues, tras el triunfo en Paramonga y opuestamente a sus
evaluaciones, los extraños no habían acometido raudamente sobre la regia urbe.
Por el contrario, acuartelados en el baluarte capturado, primero curaron sus
heridas, descansaron y se reabastecieron para una vez recompuestos físicamente
y con seguridad recargadas sus bélicas apetencias iniciar la marcha hacia su
sagrada ciudad. Los había infravalorado otra vez? No importaba ya. La hora de
las interrogantes y los supuestos se ha terminado. La realidad cruda y concreta
es los pretendidos conquistadores están allí. Frente a su Capital. Emplazados en
medio de su verde valle. Es preciso entonces actuar de inmediato pues la más
mínima demora jugaría en contra de su Nación. Manda a sus Generales alistar las
tropas mientras él irá a calzar su indumentaria de combate para luego reunirse
de urgencia en el salón primordial del palacio.
En el camino no puede dejar una serie de dudas martillen su cerebro.
Quiénes son realmente estos provocadores? De dónde vienen? Cómo su atrevimiento
puede llegar a tanto? Los Asesores le han proporcionado alguna información: Les
dicen Incas, se hacen llamar Hijos Del Sol y proceden allende la Cordillera. Su
centro se denomina Cusco, está enclavado entre las más altas montañas, y su
paso avasallador de manifiesta vocación imperial no se frena ante nada ni ante
nadie. Así han conseguido sujetar múltiples demarcaciones y hogaño acuden a
contrastar el Señorío Chimú. Sus interrogantes habían continuado. De dónde
procede el brío que los mueve a no detenerse en su insolencia? De dónde el
ánimo para someter cumbres, torrentes y desiertos en su inatajable paso? En su
momento los Asistentes intercambiarían nerviosas miradas antes de contestar. La
fuente de toda aquella bravura no es otra que la intensa inspiración y energía
que irradia su líder al que obedecen ciegamente. Pero quién es él? Quién puede
transmitir semejante vigor? Alguien al cual con veneración titulan Príncipe
Resplandeciente …..
---oo0oo---
El Reino Chimú fundado por Tacaynamo, quimérico personaje que
arribara en tiempos aurorales con nutrida comparsa sobre una flota de balsas,
está enclavado en el litoral norte del actual Perú. Su desarrollo inicia entre
los años mil a mil doscientos de nuestra era tras el descalabro del Emporio
Huari alcanzando su etapa de mayor esplendor a mediados del siglo quince cuando
ocupa geográficamente una enorme franja costera de mil kilómetros entre los
contemporáneos Departamento de Tumbes al norte y Distrito de Carabayllo al sur,
cerca éste del valle del Río Rimac.
Su meollo está enclavado sobre la vega del Río Moche, curso de agua que
favorece de verdor los campos de la presente Región La Libertad. Organizado
políticamente como un estado aristocrático clasista la sociedad Chimú exhibe
profundas diferencias entre sus estamentos comunitarios. A la cabeza de la
pirámide colectiva está el Gran Gobernante, luego el patriciado conformado por
poderosos Curacas y Caciques, a continuación grupos de prestigio y poder económico,
y finalmente la gente del común conformando la inmensa mayoría. Raza tan
sibarita como aguerrida son a la vez extraordinarios constructores,
sobresalientes tejedores de plumería, destacados ceramistas, pero sobre todo
insignes metalurgistas logrando con su caro talento producir verdaderas obras
de arte especialmente hermosas alhajas y primores de orfebrería.
La capital del Dominio Chimú es la soberbia metrópoli de Chan Chan
asentada entre las vigentes localidades de Trujillo y Huanchaco. Con una extensión de dos
mil hectáreas en total, más del doble que Babilonia, está dividida en una
decena de acrópolis o gigantescos conjuntos urbanos enviados a construir por
los Monarcas de turno a cuya muerte devienen heredados por los parientes más
cercanos quienes los convierten en lugares sagrados de culto funerario y
centros administrativos de las rentas del difunto. Todo el inmenso sitio está
rodeado por un par de vastos murallones defensivos fabricados de adobe ambos de
impresionante alzada y con frente al noreste. El primero se ubica un tanto
alejado de la urbe y el segundo limitando con ella. Así pues, el prodigioso
agrupamiento resulta en su integridad la más colosal ciudad del universo
indígena cobijando aproximadamente cien mil pobladores más un numeroso, bien
preparado y permanentemente operativo ejército.
Aquellos descomunales y suntuosos desglosados complejos arquitectónicos,
forjados todos de noble légamo, están delimitados por enormes paredones que
alcanzan crestas de hasta doce metros sobre bases con espesores mayores a tres.
Con un solo ingreso abierto hacia el septentrión en su interior se distribuyen
armoniosamente patios con rampa, calles, pasadizos, residencias cercadas y
casas de perfiles rectilíneos. También salas ceremoniales, jardines públicos,
depósitos, talleres, reservorios de agua y mausoleos. Las edificaciones, plazas
y pasajes lucen decorados con vistosos y artísticos frisos de barro en plano
relieve entre los que destacan figuras de peces, aves y zorros estilizados así
como dibujos geométricos inspirados en el arte textil, todos pintados de muy
vivos colores.
El conglomerado de más reciente obra es el Castillo Casa Grande, localizado
hacia el extremo nororiental, ordenado construir por el actual Soberano.
CHAN CHAN
---oo0oo---
Ya en el salón de su alcoba Michancaman deja sus mayordomos cumplan el
ritual de vestirlo con la esplendidez que su jerarquía amerita. Túnica de fino
algodón cubierto el pecho con coraza de brillante amalgama, orejeras y
nariguera de oro con incrustaciones preciosas, collares de cobre dorado
representando testas humanas y coxal bimetálico. Como armas porra de bastón
largo y rígida madera con irrebatible terminal de áureo metal, y cuchillo al
cinto hecho del mismo material. La ceremonia culmina poniendo sobre su cabeza
la corona de cobre bruñido representando un búho con las alas extendidas y la
entrega del cetro confeccionado de oro y plata como signo máximo de suprema
autoridad.
Completada la faena el Gobernante Chimú se reúne con sus Oficiales en
la estancia principal de la regia mansión. Desechado todo resquemor el costero
Monarca resume mayestático porte y acérrimo talante,
actitud que transmite con ímpetu a sus subordinados. Síntesis de una saga
ilustre de Mandatarios que con férreo carácter condujeran el Señorío procreado
por el mitológico Tacaynamo es consciente en su hora y momento supremos debe,
en correspondencia, estar a la altura de las circunstancias. Así entonces con elación,
convencimiento y persuasión asume el cometido que le corresponde como adalid de
su raza y legatario de las tradiciones más sagradas de su Nación. Debe pues ser
fiel a sus predecesores, no defraudar los súbditos que confían en su desempeño
como mentor de su pueblo y mucho menos causante de indecoroso deslustro a las
memorias del Reino. Yergue el cuerpo y eleva la barbilla en señal de firmeza.
Ahora, cuando la pervivencia del Señorío está en sus manos su voluntad será más
recia que nunca en pos de la victoria. Los Chimú jamás han sido derrotados y
así como siempre fructificaron triunfantes en toda expugnación o ensanchamiento
territorial que emprendieran, hoy escarmentarán tajantemente a los presumidos
invasores por su vil osadía.
El grito de guerra de los Generales, insuflados de pujanza y coraje, es
unánime. Al comando de sus invictas huestes, seguros del éxito, juran seguir a
su Soberano hasta el final. Hasta aplastar y obligar morder el polvo del
desbarato a aquellos usurpadores que se han atrevido a mancillar el suelo
sagrado del Reino Chimú.
---oo0oo---
Pero es uno el que sobresale por encima de todos ellos. Uno que, no
sólo por derecho divino sino también por haberlo ganado en el campo de
batalla, ostenta el cargo de comandante
absoluto sobre aquellas impresionantes y apisonadoras tropas. Uno cargado en
áurica litera de guerra que, sin mover un solo músculo del rostro, pasea su
fina vista de lince por encima de sus huestes y el terreno que les separa de la
lujosa Chan Chan. Es el Príncipe Heredero de la borla imperial incaica, quien,
luciendo loriga, insignias y armas de oro puro, reluce mimetizado con el astro
luminoso que, brillando intensamente, lo envuelve en un aura difusa,
refulgente, casi irreal. Semidios conquistador de todo horizonte conocido y
vencedor de los mares, se trata de Tupac Yupanqui, El Resplandeciente, el cual,
con únicamente veinticinco años, viene a colocar la última joya a la
Mascaypacha.
---oo0oo---
Conozcamos mejor al Sucesor Imperial que hoy se presenta a las puertas
de la Capital Chimú. Para ello nada mejor que seguir las enseñanzas del
Historiador y Maestro peruano José Antonio Del Busto Duthurburu:
“Tupac Yupanqui décimo Inca del Cusco y segundo Emperador del
Tahuantinsuyo, es el personaje histórico a quien el Perú, casi en su totalidad,
debe sus actuales fronteras”.
“Nació en el Cusco, por 1440, como hijo de Pachacutec, noveno Inca y
primer Emperador, y de la Coya Mama Anahuarque. Creció y se educó en su ciudad
natal. Allí fue investido Hatun Auqui o Príncipe Heredero y Apuquispay o
General en Jefe del ejército incaico”.
“Al frente de este último se mostró gran conquistador. Hizo dos
campañas al Chinchaysuyo, dos al Contisuyo, dos al Antisuyo y dos al Collasuyo.
Extendió los límites territoriales de Quito al Maule y del océano al Beni.
Gobernó los Cuatro Suyos con acierto y equidad”.
“Su obra fue notable. Estableció a los curacas, desplazó a los sinchis,
realizó el primer censo general, distribuyó el trabajo, repartió la tierra en
topos, asignó el tributo personal, cimentó a los mitimaes, creó a los
yanaconas, normó los chasquis, ordenó las ferias, propició el comercio,
enfatizó la justicia, refundó las cárceles, atendió las huacas, multiplicó los
acllahuasis, propagó el culto al Sol, implantó el calendario solar, reformó el
ejército, comandó ocho guerras, hizo la fortaleza de Sacsayhuamán y extendió el
Imperio a sus límites casi definitivos”.
““Fue gran señor y muy valiente”, según el Palentino, y era “de ánimo y
pensamientos altos”, a decir de Sarmiento de Gamboa. Su gobierno significó
progreso y felicidad. Su época se identificó con el apogeo. Se le reconoció el
más grande de todos los Incas. Se le llamó “El Resplandeciente””.
“Ascendió al trono por 1471 y murió alrededor de 1485. Se casó con Mama
Ocllo, su hermana de padre y madre. En ella tuvo pocos hijos, pero dejó 150 o
más en otras esposas y concubinas. Falleció, según unos, en su palacio de
Chinchero; según otros en el Cusco. Su momia o “mallqui” se guardó en la
capital incaica hasta 1531, aproximadamente, en que fue quemada por los
generales quiteños Quisquis y Calcuchímac”.
“Su cenizas, recogidas por sus descendientes de la Capac Panaca, se
escondieron en Calispuquio, junto al ídolo Cuxichuri, su deidad tutelar”.
“Este fue el personaje que, siendo Hatun Auqui o Príncipe Heredero,
zarpó en una armada de balsas a vela, a descubrir las Islas del Poniente:
Auachumbi y Ninachumbi”.
Finalmente, a modo de apostilla, y sobre la base de este último párrafo
podemos afirmar que Tupac Yupanqui ha sido el conquistador/descubridor quien, a
lo largo y ancho de sus excursiones, más distancia ha recorrido en toda la
historia de la humanidad. Nos precisa José Antonio Del Busto Duthurburu:
“Sumando todas sus campañas Alejandro (El Magno) tendría 19,550 kilómetros
entre marchas y contramarchas; Tupac Yupanqui, sólo con sus campañas terrestres
(hacia el norte y sur, este y oeste, atravesando a pié los desiertos más secos,
las montañas más altas, las selvas más impenetrables, las altiplanicies más
áridas, y los rincones más fríos y deshabitados) pasaría los 28,500 kilómetros
(superando también a Ciro El Grande, Atila, Tamerlán, Julio César, Carlomagno y
Napoleón). Si añadimos al Inca las campañas marítimas, verdaderas expediciones
de descubrimiento, las distancias serían bastante más. … si arribó a Oceanía
(lo que está prácticamente comprobado), incluyendo el retorno se superarían los
15,000 kilómetros. Redondeando cifras, …. tendría …. Tupac Yupanqui más de
43,000 (kilómetros entre andar y surcar. Con lo cual aventaja al mismo Gengis
Kan)”.
(Lo expresado entre paréntesis es nuestro).
---oo0oo---
Las horas transcurren tensas y mientras los batallones del ejército
Chimú con marcada celeridad van tomando posiciones, unos defensiva a la vera
interior de los muros de su Capital y otros de colisión delante de la gran entrada
principal, Tupac Yupanqui imparte instrucciones precisas a sus Generales.
En primer lugar y de acuerdo a la rigurosa liturgia conquistadora Inca
el Príncipe envía Parlamentarios a las puertas de Chan Chan para, buscando
evitar un derramamiento de sangre, ofrecer al Monarca local la paz a cambio de
una rendición decorosa.
Escogidos dentro de los sabios del regio séquito los Comisionados
cruzan a paso lento la planicie que separa las legiones incaicas de la
metrópoli Chimú. Una vez alcanzadas las monumentales murallas son conducidos a
la presencia del Mandatario costeño. Hecho el requerimiento de rigor el
revitalizado Gobernante responde con acento y suficiencia no dejando holgura
para prósperas tratativas:
- Preparado
estoy para la guerra con las armas en la mano. Listo para morir por mi patria,
leyes y costumbres. No estoy dispuesto a aceptar nuevos dioses ni rey sobre mi
cabeza. Entérense bien forasteros que ésta es mi última palabra.
Con tan definitiva réplica la suerte queda echada para ambas fuerzas. Como
invariablemente ha sido a lo largo de la historia universal dos gigantes están
uno frente al otro. Dos dispuestos a no retroceder un ápice y a darlo todo por
los laureles de la gloria. Dos que medirán la fibra de que están hechos, la
garra que los distingue y el nervio que los impulsa. Así, como antes Alejandro y
Darío, Aníbal y Escipión, Julio César y Vercingetórix, Ricardo y Saladino, hoy Tupac
Yupanqui y Minchancaman están a punto de protagonizar una epopeya que se
cantará por siempre y será recordada a través de los siglos por haberse escrito
en los prados del Perú.
Tras algunas escaramuzas con armas arrojadizas finalmente las
infanterías chocan sobre la explanada frente a la suntuosa metrópoli. El
encuentro entre ambas huestes es tan brutal y violento que las aves del cielo
caen muertas producto del terrible estruendo. A pesar del iracundo topetazo las
tropas Incas mantienen profesional y rigurosa estructura conservando su
alineación sin jamás romper filas pudiendo de tal guisa contener las tropas
Chimú que, en medio de feroz griterío, atacan en forma mayormente desordenada.
Con el correr de las horas la hostilidad va haciéndose más encarnizada
y harto sangrienta a la par muertos y heridos empiezan a sumarse por cientos. Las
legiones incaicas echan mano a diferentes tácticas como apretar por los flancos
o embestir en forma de tenaza pero el ejército costeño resiste con persistentes
arrojo y empeño hasta que las primeras sombras de la noche inician a cubrir el
escenario del honor señalando el epílogo de una cruenta primera jornada de combate
luego de la cual nada queda definido.
Así se suceden días y semanas con campales batallas cada vez más
tenaces y crueles. Jamás las fuerzas imperiales Incas han sostenido lucha más
reñida. Los Chimú defienden su cuna con vehemencia digna de admiración, y tanta
es la entrega de ambos bandos que la cuantía de bajas alcanza número inauditos.
Puesto en tal situación Tupac Yupanqui se ve en la necesidad de solicitar refuerzos
al Cusco. Será pues esta llegada de soldados de refresco en número de veinte
mil la que por último ha de romper el equilibrio en el que se mantenía la ya
extensa pugna.
Enterados del próximo arribo de aquellas huestes de recambio y
comprobando reparado el enemigo las mermadas y extenuadas tropas Chimú sufren tremendo golpe en su denuedo.
Tanto así que los principales Oficiales, tras una tasación verídica de los
hechos, recomiendan al Soberano aceptar el original ofrecimiento de paz
extendido por el Príncipe invasor de manera evitar la destrucción total de los
suyos. Empero Michancaman incansable en su convicción de victoria decide
continuar con la intransigencia instando a sus Caudillos y ejército no caer en
flaqueza de espíritu arengándoles:
- No cunda
falta de esperanza pues tenemos poder suficiente para rechazar al Inca y salir
con honra y fama de esta guerra mediante el valor de todos. Alentar vuestra
resolución para defender la patria por cuya salud y libertad estamos todos
exigidos a morir peleando. No mostrar pusilanimidad que las guerras tienen como
propio ganar unos días y perder otros.
Incapaces de restituir sus fuerzas la resistencia y defensa de su
ciudad se hace cada vez más ardua para los Chimú. Las posibilidades se consumen
gota a gota con cada guerrero caído por lo que, sin amplitud para más opciones,
toman la única alternativa posible: encerrarse tras sus murallones confiando el
sol implacable de la costa y el inflexible calor terminen minando la capacidad
de aguante de los usurpadores compeliéndoles retornar agobiados a sus serranías
de origen.
Mas el Sucesor en el uso de la Mascaypacaha no tiene prisa. Para quien
ha reducido un océano la paciencia más que una aislada virtud es una forma de
vida. Sitia Chan Chan por casi un año. Corta el acueducto que surte de agua a
la asediada urbe y la aísla de posibles contactos con el mundo exterior de
forma no reciban ninguna clase de ayuda ni aprovisionamiento vital arrinconándola
hasta hacer perder la razón a sus moradores víctimas de los rigores de la
escasez y enfermedades.
La desesperación embarga a los habitantes y el Monarca impotente ante
el dolor de su gente cae preso de la tristeza y melancolía. A pesar de todo el
ahínco desplegado su universo se derrumba y nada puede hacer para impedirlo.
Peleó con uñas y dientes pero aquellos indomables conquistadores, ora
rehaciéndose, ora remendándose con el socorro de nuevas legiones rentan
imposibles de vencer. Su otrora pomposa Capital es hoy un montón de escombros y
sus residentes han trocado las preseas y los fastos por un amasijo de harapos malolientes.
En toda calle y espacio el clamor para aceptar la invitación de los Incas a
conciliar ha derivado en rogatorio llanto al Mandatario solicitando se someta
completamente a las demandas e imposiciones de los atacantes caso contrario el
destino de la raza Chimú será perecer horriblemente por inanición y debilidad
extremas.
En ese momento Tupac Yupanqui vuelve a enviar sus Embajadores.
---oo0oo---
Esta vez el Gobernador costero recibe a los
Delegados reales, aunque entero y manteniendo su porte mayestático, con expresión que delata interna
aflicción y temperamento despojado de su primitivo brío. Los regios
Parlamentarios repiten los recaudos iniciales ofreciendo perdón, paz y amistad
a cambio de justo vasallaje, acatamiento de las leyes y tradiciones Incas,
destrucción de ídolos para abrazar el culto al Sol y finalmente servir con
lealtad al Emperador en el Cusco.
Escuchadas las precauciones y sin dejar de mencionar que sólo lo mueve
mirar por la salud de los suyos para quienes pide la misericordia y clemencia
del Príncipe, el Soberano acepta sin objeción alguna las condiciones de
capitulación planteadas. Decisión que es plenamente apoyada por los Generales y
nobles Chimú presentes en el cónclave. Satisfechos los Comisionados con el
desenlace de la encomienda comunican por último a Minchancaman revelarán a su
Alteza la buena nueva y a indicación de éste serán invitados para visitarlo en
su campamento.
Complacido sobremanera con el nuevo lauro en su impecable carrera
militar Tupac Yupanqui convida con prontitud al Monarca rendido. Llevado ante
su presencia éste no puede menos que deducirse impresionado por la estampa y
prestancia del Hijo del Sol. Tanto así que, domando sus antiguos orgullo y
altivez, échase por tierra adorándole con humildad y sumisión. El Heredero del
trono imperial incaico, con magnanimidad privativa de los grandes hombres
quienes reconocen la bizarría de un contrincante y se conducen sin pedantería
ni presunción frente al vencido, ordena a dos miembros de su Guardia lo
levanten del piso. Seguidamente, confirma su indulgencia, prometer velar por el
bienestar de los Chimú y manifiesta su aquiescencia para que el hijo del Mandón
del Señorío, el joven Chumuncaur, se desempeñe como administrador de Chan Chan
trabajando junto a los ministros Incas quienes quedarán estacionados en la
región encargados del gobierno, la justicia, la hacienda y el ejército. Con
respecto al Soberano, Tupac Yupanqui dispone su destino sea vivir en el Cusco
si bien no como rehén sí en calidad de huésped permanente.
A pesar el último decreto del Príncipe cubre de dolor su corazón pues
no volverá a ver jamás su amada tierra, entiende Minchancaman que el resultado
final ha sido lo mejor para su Nación y el sacrificio, con todo el padecimiento
que implica, bien vale la pena. Asentadas pues la paz y el vasallaje el Heredero
Inca colma de mercedes al Monarca Chimú obsequiándole fina ropa de vestir y
diversos artículos de utilidad y adorno para luego juntos recorrer el valle e
instruir se construyan grandes acequias que permitan ensanchar los campos de
labor, así como caminos, edificios reales y pósitos para beneficio del Sol, el
Imperio y socorro de los naturales en años de esterilidad.
Hecho todo esto el Sucesor Imperial resuelve ha llegado el momento de
entrar victorioso a la metrópoli Chimú. Semanas previas operarios Incas han
limpiado y enjaezado la proverbial ciudad de manera recupere su esplendor y sea
digna receptora del ingreso glorioso del insuperable cusqueño y sus
invulnerables tropas. El cesado Mandatario no participará del imponente paseo y
será Chumuncaur quien pondrá la ciudad de Tacaynamo a sus pies.
---oo0oo---
Tupac Yupanqui entra en Chan Chan como rey del mundo. El ingreso del
genial Hijo del Sol, un desfile triunfal a la cabeza de su ejército, se
verifica a través de la puerta primordial abierta de par en par entre las
murallas externas decorada con animales mitológicos de colores brillantes sobre
un fondo blanco. Conduce el pórtico, a través de la gran Avenida Procesional
enmarcada entre opulentos inmuebles bellamente ornamentados, a la dilatada
superficie donde están instalados los Palacios de los Mandatarios Chimú. Hoy un
jubiloso gentío abarrota tanto las holgadas orillas de la amplia y extensa vía
como los techos de los fastuosos recintos levantados a uno y otro lado de la
misma, vitoreando, entre agitar de palmas y lluvia de pétalos, el paso rotundo
de los invencibles conquistadores y su mítico Paladín.
Pasados los días y asentada la impronta Inca en el Reino recientemente
obedecido, el Príncipe emprende viaje de vuelta al Cusco donde será recibido
por Pachacutec, su padre y Emperador absoluto, con la solemnidad que su triunfo
amerita y fiestas que durarán un mes completo. Durante el trayecto se detiene
con sus tropas en la Fortaleza de Paramonga a sosegarse y reposar acogiéndose a
un reconfortante descanso. Allí, mientras todo es alegría entre las fuerzas del
Incario, un solitario y huraño Minchancaman no puede evitar una viril lágrima se
escape al contemplar con profundo quebranto y por última vez el territorio que
hasta hace poco le había pertenecido.
---oo0oo---
JAVIER OSWALDO URBINA GONZALEZ
Peruano
Excelente relato histórico muy ilustrativo que nos ayuda a conocer algo más de la maravillosa historia de nuestro Perú.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un aporte con mucho cariño al Perú. Un abrazo.
ResponderEliminar