HISTORIAS DE LIMA VIRREYNAL A
RAZON DE UN PASEO POR EL JIRON TRUJILLO
Para 1536 los españoles llevan 4 años ocupando el Tahuantinsuyo.
Aquella persistente degradación de los valores del Incario que iniciara en
Cajamarca ha terminado en irritante hastío para los indios. La gota que colma
la generalizada repulsa es la denigrante prisión a la cual los castellanos
someten en el Cusco a su Emperador. Encadenado por el cuello en una oscura
celda huérfana del más indispensable menaje se mantiene a Manco Inca, 21 años,
hijo de Huayna Capac y heredero de lo que, hace menos de un lustro, era el
portentoso Imperio de sus antepasados. El joven Soberano, al inicio de su
participación en el drama de la conquista, había confiado en los cristianos.
Pero hoy enfrentado a la dolorosa verdad el fuego del desengaño le consume el
corazón. Creyó eran dioses y ahora comprende son peores que demonios. Les
ofreció entendimiento y fue agravio la respuesta. Abrió para ellos las puertas
de su Capital y la vejación de todo lo sagrado resultó la contraparte. La
tribulación que le domina se convierte en furia y su vehemente agresividad
desemboca en las únicas alternativas posibles para su raza: feroz venganza y
exterminio total de los pérfidos barbudos.
Con astucia prepara un ardid que le permite escapar de sus perversos
carceleros y al término de un mes, comienzos de Mayo, asedia el Cusco al frente
de 50,000 guerreros. Pero no sólo la recuperación de la Ciudad Imperial es
parte de sus sañudos propósitos, también la destrucción de cierta metrópoli
que, en inaceptable atrevimiento, otro grupo de españoles ha erigido
pomposamente en los llanos centrales como urbe principal y meollo de sus
aspiraciones usurpadoras. Para ello, mientras él se ocupa de la cuna de sus
ancestros, envía al General Qizu Yupanqui, hermano de su abuelo el pasado
Mandatario Tupac Yupanqui, al mando de un ejército de 40,000 milicianos.
Ejecutando el recado y tras un avance incontenible por las montañas Quizu
progresa belicoso hacia la Ciudad de los Reyes bajando a través de 3
direcciones. Por los Caminos Inca del norte y del sur descienden con sus tropas
los Comandantes Illa Tupac y Puyu Huillca respectivamente, en tanto el Jefe de
la expedición y sus huestes lo hacen por el centro a través de la sierra de
Huarochirí. Reunidos finalmente, a mediados de Agosto, en la margen derecha del
río Rimac, frente a la Capital de los castellanos, Qizu Yupanqui se prepara
para dirigir un ataque de intenciones devastadoras.
GENERAL QUIZU YUPANQUI
En la pequeña metrópoli, fundada 19 meses atrás, Francisco Pizarro y
algo menos de 1,000 hombres auxiliados por indígenas propicios se aprestan a
resistir el inminente embate. Llegado el día del asalto y al grito de “A la mar
barbudos!” las fuerzas incas, cual aluvión que todo lo arrolla, se precipitan
sobre la frágil urbe. Como los primeros combates se traban en el lecho del río,
convertido en regato al no llover en las alturas, los cristianos encomiendan su
suerte a San Cristóbal, venerado por ayudar al Niño Jesús a cruzar un caudaloso
torrente. Si bien los sitiados se baten con coraje los quechuas son más
numerosos y pelean con el firme aliciente de quien defiende su suelo. Poco a
poco obligan a retroceder a los españoles ganando las calles de la ciudad hasta
quedar la Plaza de Armas como último bastión. La lucha en la explanada es
inclemente. Quizu Yupanqui, desde su litera de contienda, se emplea con bravura
y alienta a los suyos cuando una lanza arrojada por Pedro Martín de Sicilia le
atraviesa el pecho acabando con su vida. Caído el caudillo cusqueño inmediatamente
el desconcierto se apodera de las filas incaicas quienes optan por retirarse
mientras los castellanos practican horrenda matanza. Vueltos a la orilla
diestra del caudal capitalino el ejército imperial queda a la espera de
refuerzos que debía enviar Manco Inca. Pero éste también ha fracasado en el
Cusco por lo que, abandonados a su destino y presas del abatimiento, las tropas
incas se dispersan entre las breñas.
La algarabía y el júbilo no pueden ser mayores en la metrópoli De Los
Reyes. La salvación que parecía imposible milagrosamente se ha dado y,
consideran los cristianos, en gran parte se debe a la mano protectora de San
Cristóbal. En tal virtud Francisco Pizarro bautiza al cerro tutelar de la urbe
con el nombre del santo de forma rendirle eterno homenaje y agradecimiento,
ordenando como colofón al sentido acatamiento levantar una cruz en la cima del emblemático
collado.
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Es de apuntar que el antiguo Camino Inca del norte utilizado para
alcanzar la Capital por las huestes de Illa Tupac corresponde, en su
aproximación a la ciudad de Lima, al actual Jirón Trujillo la vía más añeja en
la circunscripción de El Rimac. Hoy, viniendo desde la Plaza de Armas, se llega
a la citada corredera al cabo de la Calle Palacio y a través del Puente de
Piedra. Reconstruida en 2009 la arteria es hogaño un memorión paseo peatonal
luciendo a ambos lados nutrido ramillete de clásicos balcones. Refiriéndonos
únicamente a la fábrica religiosa destacan a lo largo de la mencionada travesía
la Parroquia de San Lázaro, una de las primeras iglesias construidas en la
metrópoli y de hecho la primordial en el distrito bajopontino alrededor de la cual
éste empieza a crecer; así como la Capilla del Puente o Nuestra Señora del
Rosario, el templo más diminuto del mundo con 5 metros de ancho, 10 de alto y
12 de profundidad.
JIRON TRUJILLO
Manifiéstase interesante la historia de ambos santuarios. Comencemos
con San Lázaro, ubicado en la cuadra 4 del presente Jirón Trujillo. El 17 de
Abril de 1561 hace entrada oficial a la urbe De Los Reyes el cuarto Virrey del
Perú Don Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva. Con 61 años a cuestas
y de marcados hábitos cortesanos arriba en compañía de numerosa comparsa, 67 componentes
entre caballeros y criados, además de baqueteados músicos, un enigmático astrólogo
y cuantioso equipaje conformado básicamente por refinadas y valiosas prendas. Poco
aficionado a tareas de gobierno prepondera más por sus gustos distinguidos, exquisito
modo de vivir y, aprovechando su esposa ha quedado en la Madre Patria, prolijidad
en actos de infidelidad conyugal.
Lamentablemente para él, a los pocos meses de su estancia, el
surgimiento de una implacable epidemia de lepra viene a alterar su cortesana
placidez. La plaga arremete inmisericorde contra muchos de los esclavos negros
que prestan servicios en la Capital. Abandonados por sus amos o escapados ante
la evidencia del terrible mal los desdichados encuentran refugio al desprecio y
la exclusión al otro lado del río Rímac en el antiguo Curacazgo de Amancaes, vigente
delimitación rimense. Condenados a existir a la intemperie en lo que era
entonces una zona pantanosa, las víctimas de la cruel enfermedad hubieran
muerto en el desamparo y el olvido si no fuera por la ayuda caritativa del
peninsular Don Antón Sánchez noble vendedor de estoques quien con el
discernimiento lastrado por el remordimiento en razón a un remoto oprobio que
procuró a su padre cuando éste sufriera el horrible quebranto de la lepra y
buscando acicalar su desaliñada conciencia, instala, en Abril de 1563 y con su
propio peculio, una iglesia, un hospital y un cementerio para los infectados
sobre aquellos cenagosos terrenos.
En tanto vive el compasivo benefactor no falta soporte para los
edificios ni cuidado por el cumplimiento de sus santos fines. Penosamente a su
fallecimiento tanto unos como otros se deterioran y decaen hasta que el
terremoto de 1586 deja inmuebles y propósitos en total escombros. Cuando el
Arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo visita el lugar en 1601 ya nada queda en
pie. Por fortuna en 1607 benignos vecinos conforman una altruista cofradía de hermanos
que se encarga de la reconstrucción del complejo pero más de 130 años después
el gigantesco sismo de 1746 echa por tierra aquel loable esfuerzo. Rehecho el
templo en 1763 sobre lo que fuera el primitivo nosocomio y camposanto, tal
versión es la que podemos apreciar en nuestros días.
A modo de apostilla en lo que a la Parroquia de San Lázaro se refiere
podemos decir fue en su estación de esplendor uno de los santuarios más
ricamente decorados de la ciudad luciendo magníficas joyas muchas de ellas
donadas por devotos Gobernadores como el Marqués de Montesclaros o el Conde de
Superunda. Pero no sólo representantes del Rey estuvieron estrechamente ligados
a la iglesia de marras, también cercanos residentes como la famosa Micaela
Villegas “La Perricholi” la cual, además de donar su propio carruaje para uso
del Párroco contemporáneo y un retrato del Virrey Amat, ambas reliquias
desaparecidas, contrae matrimonio, bajo el amparo de San Lázaro, con su socio
en el Real Coliseo de la Comedia Don Vicente Fermín de Echarri el año de 1795
según consta en la correspondiente partida que aún se guarda en el sacro
despacho. Finalmente debe comentarse que al abrigo de los muros de la iglesia
bajopontina se custodia la sagrada Cruz de Amancaes cuerpo que presidía la
suprema fiesta celebrada por la localidad en la pampa de igual nombre.
Habíamos mencionado en el preámbulo que la jurisdicción de El Rimac
empieza a crecer en torno al sitio de San Lázaro. Efectivamente la organización
y urbanización civil del barrio la inicia en el año 1591 el Gobernador Don
García Hurtado de Mendoza y Manrique, Marqués de Cañete, disponiendo se venda
el lugar por solares debiendo la renta prorratearse dos terceras partes para el
Ayuntamiento y la restante con ventura a los capellanes del Oratorio del Palacio
de Pizarro. La composición preliminar del flamante alfoz son 10 manzanas la
mayoría de ellas ubicadas al lado izquierdo de un precario puente de ladrillo
que manda cimentar el aludido Virrey en el empeño de empalmar la metrópoli con
el naciente suburbio.
PARROQUIA DE SAN LAZARO
Apaciguada la malhadada peste, hacia 1600 el Arrabal de San Lázaro o
Nueva Triana como también comienza a ser conocido el extrarradio continúa su
crecimiento con obra de casas huerta en las parcelas que, en ascendente número,
van comprando los españoles. Así pues, a tono con la definición del carácter de
la urbe principal, prosperan en la margen derecha del rio frescas calles
flanqueadas por simpáticas viviendas de uno o dos pisos luciendo en sus fachadas
moriscos balcones de madera hasta alcanzar, a mediados del Siglo XVII, la cifra
de 2000 residencias más algunas factorías y talleres de artesanos.
En cuanto a la Capilla del Puente o Nuestra Señora del Rosario,
emplazada en la cuadra 2 del coetáneo Jirón Trujillo, contaremos que el espacio
ocupado hoy por el bloque competía originalmente a un tambo proveedor de posada
para los caminantes que transitaban por el vetusto Camino Inca. Posteriormente
la extensión muda a cartera de los padres dominicos quienes en 1555 domicilian
allí una humilde ermita con la imagen de la Virgen del Rosario que pasa a ser
objeto de copiosa veneración. A mediados del Siglo XVII el conjunto es
adquirido por un aristócrata hispano perteneciente al Mayorazgo de la familia
Mendoza de Sevilla, una de las más importantes y poderosas del reino ibérico,
blasonado para más señas con el campanudo título de Duque del Infantado. En uso
de sus derechos el linajudo patricio procede a fijar su mansión particular en la
recién agenciada propiedad quedando dentro de los linderos de la misma el
reverenciado adoratorio.
Dado el singular culto por la Virgen rosarina se había arraigado
fervorosamente en la población el noble caballero permite se abra una puerta
pública hacia la calle para así facilitar el acceso a los fieles y la
continuidad de los ritos. Con el paso del tiempo la pequeña capilla acoge
refacciones los años 1878 y 1896, recibiendo su última remodelación después del
terremoto de 1940 quedando tal como luce en la actualidad.
CAPILLA NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
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Con el advenimiento del Siglo XVII la Ciudad De Los Reyes ingresa a su
etapa de apogeo virreinal. Las bases de semejante plenitud las impone el
controversial Gobernador Don Francisco Alvarez de Toledo quien estuviera al
frente del Virreinato del Perú desde 1569 hasta 1581. Sin entrar en
disquisiciones sobre su desempeño se puede afirmar sin duda ninguna que Alvarez
de Toledo es el determinante organizador del inmenso dominio peninsular en
América del Sur. Sus más distinguidas contribuciones son la dación de una
apropiada armazón legal que guía la administración colonial y el afianzamiento
de las instituciones para una buena regencia, aportes que habrían de durar
hasta las reformas del Siglo XVIII.
Sus sucesores, en suma parte desiertos de iniciativa, sólo se limitan a
seguir por el camino trazado salvo raras excepciones. Una de ellas atañe al
onceavo Virrey Don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros y de
Bayuela, Señor de las Villas de Higuera De Las Dueñas, Colmenar, El Vado y
Valconete, el cual resultará cordialmente relacionado al asentamiento de San
Lázaro y al moderno Jirón Trujillo, justificación que hace nos detengamos a
revisar algunos trances de su estadía en Lima.
El nuevo Gobernador entra ceremoniosamente a la Capital el 21 de
Diciembre de 1607. Con 36 años de edad, viudo de su primera esposa lo acompaña
la segunda Doña Luisa Antonia Portocarrero y Mendoza junto a un séquito de 80
fámulos. Hombre activo gracias a su juventud, destaca por su ánimo resuelto,
avisada inteligencia y conciencia de su autoridad. En lo personal se muestra
festivo, gustoso de galas y muy aficionado a la poesía, arte en el que, si bien
moderado rimador, sus composiciones provocan no pocos elogios entre los
entendidos. Respecto a su carrera política ésta acontece tan trepidante como
exitosa, sustento para que el Monarca Felipe III lo nombre en 1603 Virrey de
México. Tras cuatro temporadas de meritoria labor en el pretérito predio azteca
la Corona le encomienda, como reconocimiento a su impecable trabajo, la
conducción del Perú.
VIRREY MARQUES DE MONTESCLAROS
Veamos cuál era en el preludio del Siglo XVII la realidad de la metrópoli
con las tres coronas. En 1600 ésta afinca 11,059 almas: 2,151 hombres útiles
para empuñar las armas, 2,454 mujeres, 2,185 individuos menores de 12 años, 438
indios, 3,428 negros y mulatos, y 403 inválidos, lisiados y piadosos. Para 1615
se registra un importante incremento poblacional que el censo de la época
registra como superior al doble. Así pues el inventario arroja 25,302 urbanos repartidos
de la siguiente manera: 9,630 españoles seglares, 1,720 frailes y monjas, 425
criadas en los Monasterios, 92 recogidas, 1,917 indígenas, 10,386 negros, 744
mulatos, 192 mestizos, 82 araucanos, 38 filipinos, 20 japoneses, y 56
originarios de posesiones portuguesas. Referente a los oficios más comunes estadísticas
de 1613 apuntan 323 sastres, 129 zapateros, 79 sederos y botoneros, 62
pescadores ribereños, 34 carniceros, 28 silleteros, 20 cardadores y un librero.
Durante aquel tracto histórico el espíritu confesional marca la vida y
su desarrollo en la Capital. Si bien las grandes órdenes, principalmente
Franciscanos y Dominicos, monopolizan la práctica religiosa ello no es óbice
para se levanten nuevos templos y conventos como el de Santa Clara en 1606, se
amplíen otros como La Merced en 1611 o restauren algunos como la propia
Catedral que inaugura una aventajada primera parte en 1604. Paralelamente una
serie de eminentes profesos señalan con su ejemplo lo que debe ser una
presencia rebosante de santidad y amor al prójimo. Junto con el Arzobispo Toribio
de Mogrovejo quien ejerce entre 1580 y 1606 sobresalen los nombres de Francisco
Solano llegado a la ciudad en 1595 con 46 años de edad, Fray Pedro Urraca en la
metrópoli desde 1608 con solamente 12 y Juan Macías desembarcado en Lima en
1616 con 31 años. Mas los especialmente representativos son la terciaria de
Santo Domingo Isabel Flores de Oliva, tratada por todos como Rosa, venida al
mundo en 1586 y dedicada a pervivir místicamente expresando su amor a Jesús a
través del valor redentor del sufrimiento hasta su temprana muerte en 1617; así
como el carismático hermano lego Martín de Porres nacido en 1579 y que tras una
existencia llena de milagros en favor de los más necesitados fallece en 1639 no
sin antes haber juntado en un único plato a perro, pericote y gato.
ROSA DE LIMA
También por aquellos tiempos la Santa Inquisición, funcionando en la
urbe desde 1570, hace notar su empaque gracias a una recargada y diligente
actividad. De 1600 a 1621 sentencian 255 causas, llevan a cabo 5 Autos de Fe y
mandan a la hoguera 6 condenados: 5
acusados de “judaizar” y 1 por blasfemo. En la otra mano, hablando ya de
composturas más mundanas, la Capital De Los Reyes viene a constituirse en un
emporio económico como centro comercial, financiero y mercantil del Virreinato
donde la Audiencia, el más alto tribunal de la Realeza Española en el Perú,
además de garantizar el irrestricto cumplimiento de las leyes infunde respeto
al estar conformada por magistrados de honorable conducta. En medio de aquel
orden y bonanza el movimiento intelectual florece y se amplifica en un ambiente
cultural propicio dinamizado por la imprenta la cual, instalada en 1584, primera
en América del Sur, continúa sin parar su significativa producción
bibliográfica.
Regresando al Gobernador Marqués de Montesclaros habíamos dicho éste
tiene una concomitancia entrañable con el Arrabal de San Lázaro, ahora distrito
de El Rimac. Ciertamente pues, aunque inserto a cabalidad en una eficaz administración
y manejo ordenado del Virreinato, no descuida la realización de obras de
utilidad y ornato que benefician de forma singular la demarcación rimense. La
primera de ellas es la construcción del Puente de Piedra de manera unir la
ciudad propiamente dicha con las áreas al otro lado del río y la realización de
la Alameda De Los Descalzos bulevar que rápidamente se convertirá en lugar
predilecto de junta y excursión para los limeños.
En afinidad al Puente mencionaremos que en tiempo de los Incas ambos
bordes del Camino del Norte, separados por el caudal, estaban conectados por
una pasarela de criznejas que los primeros castellanos reemplazarían por un
rústico pontón. Posteriormente el Gobernador Marqués de Cañete lo sustituye por
otro de rasilla que edifica, como hemos indicado, en 1591, mismo que se viene
abajo en 1607 debido a una fuerte crecida de la corriente de agua. Ante la
necesidad dotar a la metrópoli de una plataforma más acorde el Virrey Juan de
Mendoza y Luna dispone la demolición del viaducto dañado y la fábrica, al año
siguiente, de uno completamente nuevo con planta maciza de piedra.
PUENTE DE PIEDRA
Con la firma del Arquitecto Fray Jerónimo de Villegas, mestizo
capitalino de la orden de los Agustinos, y la dirección del maestro cantero
Juan Del Corral a quien hubo que traer de Quito donde se encontraba ocupado en
variados aparejos, se inicia el proyecto. Para su financiación el Marqués de
Montesclaros impone un impuesto de 2 reales por cada arroba de jabón y velas
que se gaste en la urbe y un real más sobre cada botija de vino. Entre tanto su
asiento y para no interrumpir el tránsito se habilita una provisional planchada
de palos que obliga a la contratación de vigilantes ante el peligro de un
incendio dada la cantidad de negros que la franquean fumando descuidadamente.
El material utilizado corresponde a piedras extraídas de peñascales
chorrillanos, como el Morro Solar, siendo la argamasa una mezcla de cal y
claras de huevo de aves guaneras.
El Puente de Piedra queda concluido en 1610. De impecable línea y
robusta solidez, sus columnas lucen forma de diamante y sus pilares redondeados
han sido diseñados como defensa contra la fuerza del torrente. La estructura
tiene una longitud de 500 pies geométricos y ostenta 7 hermosos arcos. A la
entrada, detrás del Palacio Virreinal, se erige un apuesto arbotante con la
imagen de la Virgen de Belén y hacia el flanco opuesto dos torreones con
epígrafe atinente a la hechura de tan majestuosa estructura. Pronto convertido
en excusa de complacencia y gozo para los vecinos, las noches de canícula sirve
de alivio al pletórico corro de peatones, coches y calesas que afluyen a
disfrutar la frescura del río. Como complemento al solaz tiendas y cajones
eventuales detallan dulces, embutidos, batiburrillos de legumbres y hortalizas,
sazonados, flores y bagatelas, mientras un esplendente alumbrado contribuye a
hacer más encantador el remanso. Remozado en 1738 y reparado en 1818, deviene
finalmente modernizado en 1902 por el Alcalde de la ciudad Federico Elguera
quien resuelve se reduzcan sus arcos a sólo 4, ensanchen sus aceras, se
instalen barandas de hierro y coloquen unos faroles encargados para el efecto a
Bélgica. Tal es la hechura que contemplamos hoy en día.
Muchas son las historias y leyendas que se narran relacionadas al
Puente de Piedra engarce contemporáneo de la Calle Palacio con el Jirón
Trujillo. La más célebre es la Tradición “El Alacrán de Fray Gómez” del
insuperable Ricardo Palma. Cuenta el emérito conservador de nuestro acervo que
cierta jornada caminando el Fraile por la citada conexión resulta testigo de un
terrible accidente: la caída de un jinete que al golpearse la cabeza contra el
adoquinado queda medio moribundo. Presto ante la terrible escena Fray Gómez
coloca sobre el cuerpo del malherido el cordón de su sotana a la vez le dispensa
tres bendiciones y …. oh milagro!, al cabo de poco segundos el caballero se
levanta tan sano como estaba previo a caerse del potro. Inmediatamente un
abundante grupo de curiosos que había visto el prodigioso lance intenta
glorificar al padrecito, mas éste, dechado de humildad y modestia, para evadir las
aclamaciones alza vuelo desde el Puente hasta la torre del Convento de San
Francisco donde alcanza protector refugio.
Saltando a la Alameda De Los Descalzos expresaremos que en razón el
Gobernador, antes de venir a América, había morado en Sevilla se inspira para
proponer en 1609 la construcción de un paseo a modo del de Hércules en la
capital del Guadalquivir. El diseño es similar: 5 calles, 8 hileras de
frondosos árboles y 4 fuentes. La ronda queda terminada en 1611 y a partir de
ese momento el lugar se transforma en predilecto de señores y principales
quienes en lucidas cabalgaduras o elegantes carruajes garbean buscando tan sólo
mostrarse gallardos y estilosos frente a semejantes y damas de alcurnia. La
Alameda es refaccionada en 1770, también en 1856 cuando el Presidente Ramón
Castilla manda colocar el hermoso enrejado de fierro traído desde Inglaterra y
que la circunda totalmente, y por último en 1858 donde se ubican 12 estatuas de
mármol de carrara representando los signos del zodiaco, bancas, candiles y
jarrones, características con las que podemos apreciarla en el presente.
ALAMEDA DE LOS DESCALZOS
Como posdata relataremos que el hermoso conjunto cuyo apelativo toma
prestado del Convento de Franciscanos Descalzos perfilado al final del mismo se
encuentra flanqueado por la iglesia de Santa Liberata y el Beaterio del
Patrocinio. Este segundo levantado en 1688 era a comienzos del Siglo XVII un
criadero de cerdos. En él laboraba Juan Macías antes de entregarse a la vida
religiosa en 1622. Todas las mañanas iniciando sus tareas el joven cortijero veía
pasar frente a los corrales a Martín de Porres llevando ayuda a los más
necesitados. No tardaron en hacerse muy amigos, tanto así que el Fray de la
escoba terminó infundiendo en el alma de Juan la proclividad de consagrarse a
la asistencia de los pobres.
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Siguiendo con el Virrey de Montesclaros éste no sólo se ha ganado un
sitio en la historia de Lima por la manufactura de los renombrados Puente de
Piedra y Alameda De Los Descalzos, amén de su correcta e impoluta gestión, hay
además 2 hechos en los cuales le cabe especial actuación y que destacan como
dianas en su discurrir por la metrópoli.
El primero de estos episodios se refiere a la aparición en Mayo de
1615, ante las orillas occidentales de América del Sur, del corsario holandés
Joris Van Spilberghen quien al comando de 6 embarcaciones de guerra con macabra
lámina y negro pabellón emboca por el Estrecho de Magallanes hacia los mares
meridionales del Pacífico. A bordo de la nave capitana bautizada tenebrosamente
como “Lucifer” y secundado por el resto de bajeles el marino neerlandés, cargado de filibusteros propósitos, arriba inicialmente a las costas de Chile. Su voluntad es
atacar el Puerto de Valparaíso pero contrariado debe navegar de largo pues los
pobladores han incendiado su localidad consiguiendo desanimar el desembarque
pirata. Avido y furioso Spilberghen opta por una presa más sugerente: dirigirse
al Perú con intención asolar y saquear su urbe primordial famosa por su
brillante opulencia.
De cara a la emergencia el Gobernador con decisión y firmeza asume
prestamente el abrigo de la ciudad de Lima. La primera medida es frenar al
corsario antes llegue al Puerto del Callao. Para ello envía a su encuentro la
armada virreinal abanderada por su sobrino el Almirante Don Rodrigo de Mendoza.
El 17 de Julio se topan ambas flotas en el mar de Cañete. El inevitable combate
se produce en horas de la noche a la altura de Cerro Azul. Lastimosamente la
escuadra española está escasamente proveída por haber sido apertrechada a la
carrera y no puede hacer nada contra los navíos bandoleros. Así, los resultados
son funestos para los hispanos quienes no sólo pierden barcos sino también a su
propio Almirante. Acicateado por el triunfo Joris Van Spilberghen reinicia su
terrorífico rumbo al Callao.
En la Capital al conocerse la proximidad de los malhechores tocan a
repique las campanas de las iglesias y mientras en la Plaza de Armas se reúnen
arcabuceros, lanceros y vecinos entusiastas, las mujeres se cobijan rezando en
los templos. Si los hombres e ingenios bélicos no alcanzan detener a los
bandidos solamente Dios puede proteger a la metrópoli de los horrores de una invasión
filibustera. El pánico corre como reguero de pólvora haciendo el Monasterio De
Santo Domingo se vea pronto repleto de asustadas damas que gimen y oran
fervientemente implorando la misericordia del Señor. Acompañando y
consolándolas resalta aquella joven terciaria de dulce rostro, tratada por
todos como Rosa, que con 29 años de edad anima a sus congéneres a través de su
fé, devoción y serenidad, llamándolas con acento seguro a confiar en la Divina
Providencia.
JORIS VAN SPILBERGHEN
A la par, el Virrey Don Juan De Mendoza y Luna, asumiendo
la jefatura defensiva de la urbe con la determinación impedir el desembarco de
los piratas, monta en su corcel y cargando su mejor armamento se dirige al Puerto
del Callao a la cabeza de sus fuerzas, mezcla de milicianos y voluntarios
muchos de los cuales se van plegando en el camino. Una vez en el embarcadero y
tras tensa espera, saliendo de la bruma las pardas velas de los buques
corsarios se dibujan siniestras en el horizonte. Spilberghen ordena el bombardeo
empero sus hordas inexplicablemente no descienden a la playa. Así transcurren interminables
las horas hasta que, sin interpretación posible, las infaustas embarcaciones
dan media vuelta y alejándose de la costa desparecen en marcha al norte. Sin
duda Dios había atendido los ruegos de Rosa y la Capital podido librarse de una
desgracia, aunque sin perjuicio del milagro es de distinguir, cuando las
circunstancias lo colocaron a prueba, el Marqués de Montesclaros puso el pecho
como todo un valiente.
El segundo suceso que subraya la recordación del Gobernador trata de
otra batalla que aunque incruenta no por ello menos ardua para nuestro
personaje. En 1609 la ciudad de Lima es casi destruida por un colérico
terremoto que la estropea en demasía. Mas recuperado el ímpetu vital y tras un
período de reconstrucciones y remodelaciones la metrópoli se yergue de sus daños
más espléndida y arrogante que ayer. Tal reverdecer va también del brazo de un
aflojar las pudorosas costumbres que galardonaban a la ciudad de los primeros
tiempos. En tal sentido si bien empezando el Siglo VXII Lima mantiene, según
hemos observado, su ardor religioso los capitalistas se brindan con cada vez
creciente afán a la disipación y los placeres. Específicamente en cuanto al
mujerío, el lujo y la ostentación se apodera de las féminas quienes para más coqueto
lucimiento de sus atributos generalizan el uso de la saya y el manto rematado por
el disimulo de negar un ojo, prendas que se venía vistiendo tímidamente desde
la segunda mitad del Siglo XVI, dando origen a la imagen más identificada con
la metrópoli virreinal: la tapada.
Pero el nacimiento y consolidación de tan inquietante indumentaria no
es proceso fácil. Ya el Tercer Concilio Limense, realizado entre 1582 y 1583, calificaba
sin pestañar de pecaminoso el provocador atavío condenando los estrictos
asambleístas a toda mujer asistente a las procesiones encubierta con el
artificio de revelar uno solo de sus órganos visuales. La censura, sin solución
de continuidad, se extiende a púlpitos y tribunales hasta que la Audiencia, además
de prohibir y penar a las damas que ocultaran un ojo, pone el espinoso tema en
manos de Don Juan De Mendoza y Luna. Aunque tenaz la lid que libra el
Gobernador por cumplir el mandato y desterrar a las tapadas, éstas con
proverbial y bravío empeño hácenle finalmente cejar en la faena.
Descalabrado en su porfía erradicadora el regate del Marqués de
Montesclaros no tiene desperdicio. Escribe una carta al Rey de España en cuyo
proemio acepta “los escándalos e inconvenientes” derivados del uso del famoso
rebozo para terminar arriando banderas reconociendo “como he visto que cada uno
no puede con la suya, he desconfiado de poder con tantas”. No en vano el Virrey
contaba con varias íntimas amigas que habían captado su galante inclinación
precisamente por la pícara utilización del contradictorio tapamiento.
TAPADA LIMEÑA
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Me permito acabar el presente relato con una aclaración que, a tenor de
lo historiado, bien viene a cuento. Se trata de la letra del emblemático vals
de Chabuca Granda “La Flor De La Canela”. Cuando en la segunda parte del
estribillo dice “Del puente a la alameda menudo pié la lleva …” muchos,
erróneamente, piensan se refiere al Puente de Piedra y a La Alameda De Los
Descalzos construidos por el Gobernador Marqués de Montesclaros, mas no es así.
“La Flor De La Canela”, a la sazón Doña Victoria Angulo Castillo de Loyola
(1891 – 1981), se conoció con Chabuca en 1947 durante un convite en la casa
barranquina de la encumbrada dama María Isabel Sánchez Concha De Pinilla muy
vinculada a los artistas. A partir de ese momento desarrollaron un mutuo afecto
y como por entonces la cantautora nacional trabajaba en la Botica Francesa
ubicada en la calle Mercaderes, hoy Jirón De La Unión, Victoria la solía
visitar camino de regreso a casa comentándole el trayecto que tenía que
recorrer a pié.
Vivía la apuesta morena en un corralón con puerta a La Alameda De Acho
conocida también como La Alameda Nueva o Alameda De Tajamar que, perfumada de
magnolias, corría a la vera de la margen derecha del río Rimac desde lo que
ahora es el Puente Santa Rosa hasta la Plaza De Toros. Para acceder a su
domicilio debía Victoria cruzar el curso de agua a través de un puente de
madera el cual quedaba a la altura de la curva del ferrocarril Lima – Ancón, actual
extremo del Jirón Rufino Torrico. Así entonces el “puente y la alameda” que
recrea en su inmortal vals Chabuca Granda son aquel Puente De Palo y La Alameda
De Acho que, desaparecidos del moderno paisaje capitalino, sólo viven en el
recuerdo de unos cuantos.
Dicho sea de paso la vivienda de Victoria Angulo era el panteón del
criollismo. Allí con jaranista continuidad se juntaba el salón de la fama de la
música popular limeña sobresaliendo entre los habituales parroquianos Elías y
Augusto Azcuez Villanueva, primos de “La Flor De La Canela”; Bartola Sancho
Dávila, la más grande bailarina de marinera que haya tenido el Perú; Manuel
Covarrubias; Pablo Casas Padilla; Luciano Huambachano y otros más, todos
alrededor de un exquisito seco de gato preparado por el rimense “Monumento”
remoquete aplicado por su alta talla.
LOS HERMANOS ASCUEZ Y LA REAL ACADEMIA DEL CRIOLLISMO
Los Azcuez Villanueva eran también tíos de Alejandro “Manguera”
Villanueva connotado futbolista del Alianza Lima a inicios del Siglo XX nacido
bajo el puente en El Callejón Santa Rosa de Malambo por lo que desde siempre invitaban
al sobrino a las sabrosas reuniones. Este, amiguero impenitente, llevaba
consigo a Eugenio Segalá, Julio Quintana, Filomeno García y Villalta, todos
jugadores blanquiazules. Fue en aquel sacrosanto recinto cuando un 21 de Julio
de 1950, en homenaje a su cumpleaños, Chabuca le cantó por primera vez “La Flor
De La Canela” a Doña Victoria Angulo.
CHABUCA GRANDA Y VICTORIA ANGULO
JAVIER OSWALDO URBINA GONZALEZ
PERUANO
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